Pues ya iba yo teniendo ganas de hablar del tema. Con tanto fútbol y tanta política y, ahora que no hay toros, que no sé por qué menciono los toros sin no me gustan ni entiendo ni nunca hablo de ellos, uno acaba por perder el norte y olvida lo que le da la vida, lo que le pone, lo que le revoluciona. Siempre con las prisas, los remilgados que no te dejan, los estrechos que te censuran, los catetos que no lo aguantan y, en el medio, aparcado contra tu voluntad, silenciado a tu pesar, recalentado, porque, claro, si es que no se puede abandonar así por las buenas, el dichoso tema que, en realidad, es de lo único que quieres hablar porque es lo único que te llena. El cuerpo me pide comisaría. Alegrías, requiere el alma. El rock and roll para quienes lo soporten. Las drogas para los descabezados. Mi cuerpo está rabioso por otras filosofías distintas a las que ponen por la tele o se leen en los periódicos, que no son más que daños colaterales, armas de destrucción masiva y poesía fingida. Entre tanta crisis y tanto bobalicón con sonrisa de hiena, entre tanta mala noticia que espanta y tanto payaso intentando domar a las fieras, el circo me pide entrar a saco, decir lo que pienso, dejar las buenas maneras, lo políticamente correcto, liarme la manta a la cabeza y tirarme a la piscina o lo que pueda. Así está mi cuerpo: embrutecido, envalentonado, aflamencado, sí, va a parecer un poco fuerte, pero mi cuerpo también está torturado. Y mi mente, rendida a sus pies, sometida a sus caprichos. La carne es débil. Lo mundano me doblega. Mi mente necesita otros argumentos. Ya no hay tiempo para debates estériles ni tertulias cariacontecidas. No hay tiempo para viajes sin maleta ni turismo de museo e iglesia. Ha llegado el momento de eso.

De hablar de lo que, en realidad, a todo el mundo interesa. Por mucho que los medios impongan su agenda. Por mucho que los políticos, a derecha o a izquierda, que todos son parejos, uy, escribiré, por si acaso, similares, pierdan la sesera y la cartera por confundirnos con sus estrategias. Por mucho que los predicadores sin púlpito pero con soflamas e incendios a cuestas quieran dibujarnos el apocalipsis más allá de sus templos. Todo el mundo, bueno, seremos prudentes, que no hay que generalizar, que por ahí siempre anda suelto algún sieso, todo el mundo no, pero en Badajoz, sí, porque los badajocenses son de cabeza y corazón caliente, en Badajoz todo el mundo quiere hablar de eso, sí, de Carnaval. Ah, ¿qué pensaban que me refería al sexo?