También para los árboles corren tiempos difíciles, y más si están plantados en Badajoz, donde muchos tienen los días contados, y no lo digo por los moribundos olmos, enfermos sin más solución que la tala, sino por todas las especies que pueblan las calles de esta ciudad, donde de pronto un día, sin más, un vecino cabreado saca su sierra o su tijera, ésa que guarda en la parcela para arreglar el huerto, y le corta una rama a un cinamomo. El otro día le tocó a un seto de Sinforiano Madroñero, y hace meses a varios pinos.

¿Los motivos por los que los pacenses atacan a los árboles? Son variados. Hay quienes dicen que sus raíces levantan las aceras, otros alegan que las ramas les impiden que entre la luz en sus casas, o que atraen a muchos bichos y dan cobijo a pájaros que defecan sobre sus coches. También les responsabilizan de perjudicar negocios.

Las plantas no eligieron estar ahí, así que, en vista de que no pueden huir ni defenderse, por favor, acudan al ayuntamiento, pregunten por Antonio Avila, y hablen, pero sin tijeras ni sierra.

Si un día me reencarnase en árbol, querría ser árbol del Paseo del Prado y que me encadenasen a una baronesa.