TEtntre reticencias, cicaterías y algún que otro caso ejemplar, que los hay, las investigaciones arqueológicas en y sobre el Casco Antiguo de Badajoz se han continuado. Goteando, pero sin parar. Se ha ganado mucho con la aprobación del Plan General. Ahora cumple excavar en todos los solares situados a intramuros, cuando se vaya a hacer alguna edificación nueva o alguna que afecte al subsuelo. Hay quien hace reformas sin pasar del piso y así se ahorra la excavación. Otros excavan, a la chita callando, y nadie lo ve, porque, al conservar las fachadas y mantener durante las obras las puertas cerradas, no hay modo de demostrar nada. Tampoco es que haya muchos intentos de hacerlo por parte de los técnicos competentes. Pero, bueno, en conjunto se ha mejorado. Ahora comenzamos a tener noticias interesantes y nuevas sobre las épocas más antiguas de la ciudad vieja. Poco a poco, con mucho trabajo, porque, no crean, algunos arqueólogos o asimilados tampoco se enteran de lo que les aparece. En esto, como en botica hay de todo.

Como los trabajos de investigación en nuestra ciudad se habían limitado a la Alcazaba, nos faltaba información real de casi todo lo que afectaba a Batalyaus. Ahora vamos comprobando que el primitivo núcleo urbano se extendía más hacia mediodía que hacia norte y que el área comprendida entre el muro de la fortaleza y San Juan era un espacio vacío, sólo comenzado a poblar, muy lentamente, a partir del siglo XII. Lo mismo ocurría en la zona situada entre el Guadiana y, al menos, la plaza de Santa María. Y, desde luego, toda esa zona estaba amurallada, aunque no tuviera construcciones o fueran muy aisladas. Y, algo que ya parece evidente, la ciudad miraba al río y al camino de Mérida. Es decir, tenía una dominante N-S y no E-O. Varias calles, en contra de lo que pudiera parecer, tienen un trazado fosilizado desde muy antiguo.

Podrían preguntarme cómo sé yo eso. Pues, porque aparecen en número creciente unos hoyos abiertos en la roca del subsuelo, que los especialistas conocemos como silos/basurero. Primero se utilizaban para guardar grano o bellotas y, luego, como lugar donde arrojar los desechos domésticos, cuando ya no servían para el primer uso.