Ya he oído decir a más que uno que añora las mayorías y el bipartidismo. Es triste. El nuevo panorama político disgregado y poliédrico surgido con la aparición de formaciones de cuya minoritaria presencia depende la formación de gobiernos estables está provocando equipos sin sentido que, al menos en sus inicios, funcionan como pollos sin cabeza. En Badajoz, el acuerdo alcanzado entre el PP y Ciudadanos por el cual se repartirán la alcaldía dos años cada uno genera incredulidad en la ciudadanía, que no acierta a entender qué objetivos se marcan quienes consienten este engendro que deja a medias a los votantes de unos y de otros.

Ya he oído decir también a más de uno que Ciudadanos, que con tanta fuerza ha entrado en las instituciones, está condenado al fracaso, más tarde o más temprano, por la incoherencia de sus decisiones. No se puede hablar de principios en una formación que, según lo que ha trascendido, es capaz de negociar, al mismo tiempo y con idénticas aspiraciones, con el PSOE y con el PP, a escondidas y sin pudor alguno, pidiendo a uno lo que el otro aún no le había negado, para asegurarse de que alguno accedía a sus desmadradas pretensiones.

Según han contado los socialistas, Ciudadanos ofreció primero al PSOE la perversa fórmula de repartirse la alcaldía de Badajoz, dos y dos (que no suman cuatro), y antes de recibir contestación y a la misma hora en que había quedado con los socialistas para concretar el posible acuerdo, estaba negociando el mismo pacto infecto con los populares. Si esto es cierto, no se puede confiar en quienes no tienen palabra y lo peor es que esta ciudad está en sus manos, a la vista de lo que ya han conseguido y de cómo se están comportando.

Y mira que dieron muestras de su incongruencia y afán de protagonismo la legislatura pasada. Se nos olvida que en mayo del 2015 el PP se quedó al filo de la mayoría absoluta, con 13 concejales, pero consiguió engarzarla llegando a un acuerdo con Cs, que por primera vez tenía presencia en el ayuntamiento pacense, con dos concejales. Su cabeza de lista y omnipresente portavoz, Luis García-Borruel, firmó con el popular Francisco Javier Fragoso un pacto de 21 puntos por el que Cs permitió la investidura de Fragoso, pero no aceptó entrar en un gobierno de coalición. En teoría, pues en la práctica Borruel se paseaba como el gallo del corral entre los despachos, insistiendo en el cumplimiento de los acuerdos. Tan pesado se puso y tanto insistió en que el PP no estaba respetando su pacto, que empezó a cobijarse bajo el plumaje de la oposición de izquierdas y dio alas al PSOE y a Podemos para incubar una posible moción de censura. Pero la inconsistente formación naranja no lo consintió y no dudó en cortar cabeza, desbaratar su grupo municipal y colocar como portavoz a la única concejala que le quedaba, que disfrutó mientras pudo del poderío que le daba su condición de socia de gobierno. Su vuelo fue corto porque el mismo partido que la encumbró la lanzó al vacío y pasó de ella cuando llegó el momento de buscar candidato para las recientes municipales.

Este mismo partido político, con solo cuatro concejales de 27, sin experiencia política, es ahora el que decide en el Ayuntamiento de Badajoz, el que pone condiciones a Vox, que aunque no le guste, ha permitido con su voto que haya una alcaldía bicéfala y el que sostiene a concejales que ya asisten a actos públicos y se presentan como responsables de áreas que aún no se han repartido oficialmente. Cs cree haber encontrado la gallina de los huevos de oro. Cuidado con este ave, que aunque doméstica, se sabe que no es precisamente fiel.