Cuando termine el año, la calzada de la avenida Sinforiano Madroñero va a tener más adornos que un gorro de Montehermoso. El espacio por el que circulan los vehículos parecerá un catálogo de señales de tráfico horizontales y servirá de referencia y ejemplo a la hora de diseñar medidas en otras vías de circulación.

Tengo un amigo septuagenario que, a pesar de gozar de la visión de un halcón y conservar todas sus facultades como conductor, que le permiten renovar su permiso de circulación sin problemas, no se atreve desde hace años a entrar en Badajoz porque no sabe circular por las rotondas, que aún no existen en su localidad de origen. No me lo imagino llegando a Sinforiano Madroñero intentando interpretar todas las señales que lo avisan desde el suelo.

La avenida ya era una pesadilla para los amigos de los acelerones, porque la proliferación de glorietas y de pasos de cebra elevados impiden apretar la palanca bajo el pie derecho, Quedaba pendiente habilitar el carril bici. No es baladí que Sinforiano Madroñero reserve un espacio a las bicicletas, pues permitirá enlazar el que ya existe en el puente Real con el de Jaime Montero de Espinosa y, por lo tanto, unir la ciudad de punta a punta, desde Caya a Las Vaguadas, atravesando Valdepasillas. En esta ciudad, cuando el carril bici no se ha diseñado sobre plano, reservándole el espacio necesario, con las dimensiones adecuadas y posicionándolo correctamente respecto al vial por el que circulan los vehículos, la solución por la que se ha optado ha sido pintarlo directamente sobre la acera, sin salvar obstáculos, tragándose cuantas farolas y báculos encontrase en su camino. Una barbaridad.

Cuando se anunció en Sinforiano Madroñero, fue ésta la opción elegida y el carril de ciclistas se pintó directamente en las aceras, verde sobre gris, lo que generó críticas de los aficionados al pedaleo. El proyecto se detuvo a la espera de encontrar una solución más sensata. Llega ahora y pretende ser un ejemplo para otras actuaciones en la ciudad.

Los cuatro carriles existentes en la actualidad en la calzada se convertirán en seis, y los de los extremos derechos se reservarán para los ciclistas, que los compartirán con los turismos. Eso sí, no podrán sobrepasar los 30 kilómetros por hora, por lo que no habrá muchos conductores al volante que prefieran utilizar este vial. Para que nadie se confunda, en el suelo se pintará la limitación de velocidad, un 30 rodeado de un gran círculo, además del símbolo de los ciclistas. También se colocará una especie de almohadillas que en el argot de los especialistas en tráfico se denominan cojines berlineses (los hay de dos tipos, de la serie estándar y Europa). Son elevaciones de caucho que se implantan en la calzada y que el primer teniente de alcalde, Germán López Iglesias, definió onomatopéyicamente como «pum pum», por el ruido del brinco del vehículo cuando los sobrepasa. Se colocarán más juntos en el carril bici y más separados en el de los coches. Su función es obligar a los turismos a reducir la velocidad. Pero además, para delimitar los viales de las bicis se instalarán separadores de carril reflectantes de 10 centímetros de altura, que se suman a los que ya existen separando el carril bus. Todo ello para que conductores y ciclistas sepan convivir en un mismo espacio sin lastimarse. Ése es el gran objetivo de todas las actuaciones en seguridad vial. No serían necesarias tantas señales de aviso si coches, buses, motos, bicicletas y peatones se respetasen y fuesen conscientes de cuál es su sitio y el de los que comparten con ellos la calle. H