TAthora que estamos en elecciones, surgen un montón de palabras raras para describir y calificar la situación. Vaya, por delante, el más absoluto convencimiento de que alguien o algunos le han perdido el respeto al personal e insultan constantemente a la inteligencia. Jamás entendí por qué todo tiene que ser blanco o negro. Ni por qué para la izquierda lo que hay enfrente es la derechona, el infierno o la nada o, en el camino de vuelta, por qué las izquierdas siempre son radicales, extremas y manipuladoras. El problema es de quien lo crea y se siente a gusto en su seno pero, también lo es, de quien jalea y aplaude sus gracias. No hay nada peor que los turiferarios del poder. La rehala de columnistas, tertulianos, presentadores, famosillos y espontáneos que si les dejaran la emprenderían a culatazos con su oponente, adversario y enemigo. La recua de francotiradores, mercenarios y fusileros que se empeñan en mantener encendida la llama de la discordia, la obsecuencia incombustible y el ringorrango hasta la extenuación.

El poder omnímodo de quienes gobiernan es puro solipsismo. El solamente yo existo , la realidad sólo es compresible a través de mí. Fuera de mí, el caos, la nada, el ostracismo. Quien se une a mí es uno de los nuestros. Tendrá la razón. Conseguirá el éxito. Ellos, los otros, son los malos. Opinan diferente, no arriman el hombro, por tanto, deben ser condenados a las tinieblas exteriores. La derivación del solipsismo es que le convierte a uno en Dios. Antiguamente, en César. Dejamos que piense por nosotros. Que sus satélites mediáticos nos interpreten una realidad que previamente se les ha cocinado en la ineluctable caldera del poder. Nos hallamos frente al catoblepas, el mitológico animal que con su respiración o su mirada nos convierte en piedras o nos fulmina. La realidad no son más que sombras que se reflejan en el interior de la cueva (el mito de la caverna, de Platón ). Segismundo, encerrado en una torre desde que nació, preguntándose si es el real el mundo que ve a través de la ventana y si, en realidad, no es todo más que un sueño.

Y hablan de personas. Sólo es poder. Nepotismo. Absolutismo. Como poco, la Hipótesis del Genio Maligno o la Teoría de los Cerebros en Cubetas. Es Matrix, sencillamente. La realidad no es más que ficción televisada.