Arqueólogo

Hay personajes, muy relacionados con algún capítulo de la historia de Badajoz, de los que nunca se habla y que aunque la ciudad los ignore, no puede evitar estar estrechamente ligada a su biografía. Uno de éstos fue el mariscal francés Soult, duque de Dalmacia.

Fue un antiguo enemigo, comandante del ejército francés del Mediodía. Le tocó dirigir a sus tropas en el asedio y toma de Badajoz, de 1811, en la batalla del Gévora, en la más famosa de La Albuera y, en última instancia, en la defensa contra los aliados anglolusos, en 1812. Nadie puede negarlo: fue un rival de gran talla. Su influencia en el país vecino llegó mucho más allá de su carrera militar, que fue larga y le permitió alcanzar todos los grados del escalafón en el ejército napoleónico: de soldado raso a mariscal general. Fue también ministro de la Guerra y presidente del Consejo de ministros en varias ocasiones, durante el reinado de Luis Felipe de Orleáns. Y, quién lo iba a decir, se convirtió, por pasiva, en uno de los grandes propagandistas de la pintura española del Siglo de Oro, merced a la estupenda colección de cuadros que reunió durante su estancia en nuestro país. De eso hablaré más adelante.

La trayectoria profesional de Soult le hizo participar en alguno de los hechos de armas más famosos de aquellos agitados finales del XVIII y comienzos del XIX: Pratzen, Austerlitz, Jena, Waterloo.

Pero, aunque no hubiera estado en todos esos sucesos, merecería nuestra atención por el papel jugado en la Guerra de Independencia, llamada Peninsular fuera de nuestras fronteras y, sobre todo, por su muy directa e indisoluble relación con Badajoz. De eso queda un vivísimo testimonio en sus memorias y de eso me voy a ocupar en las próximas semanas.