En la praxis periodística lo suicidios no son noticia. Es una de las llamadas normas no escritas. Los suicidios no se cuentan, no se publican. Así aparece reflejada esta idea, con alguna matización o aclaración, en los libros de estilo de la mayor parte de los medios de comunicación.

Esta semana en Badajoz a los periodistas nos ha tocado reflexionar sobre este asunto después de que el pasado lunes, el diestro extremeño Antonio Ferrera se arrojara desde un puente al río Guadiana. Afortunadamente, y gracias a la rápida y eficaz intervención de los bomberos de Badajoz pudo salvar su vida. Otros no han tenido la misma suerte. De hecho, dos días después aparecía flotando en el mismo río el cadáver de un hombre.

La noticia, el lunes, del rescate de una persona en el río la contábamos los medios de Badajoz desde primera hora. Pero cuando supimos que se trataba del famoso torero, en las redacciones nos frenamos en seco. ¿Qué hacemos? ¿Ponemos sólo las iniciales? ¿Y si lo cuentan otros antes? Incluso los amantes del mundo taurino y por cercanía a la persona, lo interpretaron en clave de afecto y decidieron no publicarlo por las posibles consecuencias en su carrera profesional.

Finalmente, y dada la proyección pública del personaje, la noticia trascendió y como era de esperar corrió como la pólvora por toda España. Aprovecho desde aquí para desearle una pronta recuperación a Antonio Ferrera.

Y es justo ahí donde quería llegar. Un compañero conocedor de las estadísticas de muerte por suicidios en este país me apuntaba la gravedad de este problema. Y buscando el dato, he leído que mueren el doble de personas por suicido que en accidentes de tráfico. Sin embargo, los medios no hablamos de ellos. Nadie habla de ello. Parece un poco contradictorio. Porque si un problema de esa magnitud no es visible. No hay problema.

La razón de mayor peso en la que se basa esta norma no escrita es por el posible efecto contagio. ¿Pero ayudamos los medios de comunicación con nuestro silencio a solucionar este drama? Mi respuesta es no. No contamos cómo lo sufren las familias, no publicamos qué medidas preventivas existen o cómo se trata la recuperación de los que han logrado salir con vida. El suicidio se convierte en un estigma. Pensando en todo esto, lo mismo deberíamos cambiar esa norma.