La lucha por la dignidad humana suele estar asociada a lugares concretos. Es la forma que tenemos de realizar la paradoja, de hacer tópica la utopía, materializando lo imposible. Traer la quimera a término, asignar la rebeldía a un espacio determinado es, tal vez, el mayor de los gestos simbólicos de la vida política, dicho lo de política en el sentido de "polis" y no en el de esa profesión llena de privilegios para ellos en la que nuestros representantes, salvo honrosas excepciones, han convertido el servicio público.

Desde la antigüedad los oprimidos se han rebelado en un palacio, en una calle o en una plaza, que después han adquirido relevancia histórica. Por no remontarme muy atrás, la utopía de vencer al poderoso injusto tuvo su una de sus máximas expresiones en el asalto del pueblo al palacio de Versalles. Ahí empezó la Revolución Francesa, que determinó el camino de los siglos siguientes. El Palacio de Invierno es otro topismo en la nómina de las revoluciones, unas consumadas y otras pendientes, como ahora lo es la Plaza Tahrir de El Cairo o como lo ha sido la Plaza de TianIanmen en Pekín. Los portugueses hicieron su revolución simbolizándola no en un lugar sino en una flor, lo que viene a ser lo mismo, pero más poético.

A lo largo de mi vida me he complacido en visitar estos lugares representativos del hartazgo de los pueblos contra sus opresores y sus malos gobernantes. Esta vez le ha tocado el turno a la estambulita Plaza Taksim, símbolo de la rebelión de la ciudadanía turca. En junio hubo aquí cinco muertos y millares de heridos por la represión gubernamental. La visité en agosto, con el respeto de quien pisa un lugar regado con sangre humana. Taksim es una explanada de cemento en la que sobrevive un pequeño parque. El detonante de la rebelión popular fue el proyecto gubernamental de arrasar el jardín para construir un centro comercial. Ahora Estambul tiene cinco habitantes menos, pero el parque se ha salvado. Un tribunal ha dictaminado su intangibilidad. La lección es que una decisión gubernamental injusta puede hacer estallar la rebelión general. Ha sucedido en Turquía, ha sucedido en Brasil y puede suceder también en España. Es inconcebible que nuestro Gobierno siga apretando las clavijas a la población y negando su implicación en la corrupción. Ojo. Taksim no solo está en Turquía.