TPtor desgracia, en los últimos meses he acudido en varias ocasiones a los tanatorios de la ciudad. O mejor dicho al tanatorio del puente , como se le conoce en Badajoz al tanatorio situado junto al río, casi frente al puente Real.

Y habiendo dos tanatorios en la ciudad, ¿alguna vez se han preguntado por los criterios para llevar a un muerto aquí o allá? Lo mismo las funerarias y el Ocaso, que son las que manejan este cotarro, tienen establecidos su propia zonificación . Nos pertenece un colegio o un centro de salud por la zona donde vivimos. Lo mismo por el lugar donde morimos también tenemos un tanatorio u otro.

Sea como fuere, los tanatorios se han convertido en lugares realmente curiosos. Al margen del sufrimiento de familiares y allegados por la persona que acaba de fallecer, lo de ir a un tanatorio se ha convertido en todo un acontecimiento social. Existen expertos en la materia. De hecho hay gente que comienza la lectura de los periódicos por las esquelas. Algunos por puro alcahueteo y otros por cumplir . ¡Estos son los que le acaban cogiendo el gusto al tanatorio y al entierro!

Allí ven a amigos, vecinos, conocidos o incluso familiares a los que hace tiempo que no saludan. Por eso en estos lugares de luto se habla de todo menos del finado.

Después de un pésame rapidito y los dos besos de rigor, muchos aprovechan para ponerse al día de la crónica social de la ciudad. Que si fulano se separó, que si mira aquella qué gorda etcétera. Toda una fuente de inspiración para mi admirado colega José Ramón Alonso de la Torre, tan aficionado al artículo costumbrista.

Atrás quedaron los velatorios en las casas. Aunque aquellos momentos de largas noches de café y perrunillas, también tenían su encanto. El progreso económico y cultural nos ha traído los tanatorios. Sin embargo en Extremadura habría que dar un paso más estableciendo un horario para su cierre. Velar durante veinticuatro horas a un muerto es, sencillamente, inhumano.