Concluyo con esta serie, que es sólo una reflexión, sobre la situación de la arqueología en Extremadura y en Badajoz, también, en mucha medida, en toda España. El tiempo transcurre implacable y no tardando mucho se va a demostrar cuántas y cuáles de las supuestas excavaciones "bien documentadas" han estado en realidad bien ejecutadas y han permitido recuperar la información histórica pertinente, a la altura de nuestras posibilidades actuales. Y esto con crisis o sin ella.

En Arqueología lo que se pierde ya no se recupera. Lo he afirmado muchas veces. En pocos años sabremos el grado de certeza o, en su caso, de error, de ignorancia, de irresponsabilidad y hasta de prevaricación contenido en los informes administrativos que cierran cualquier trabajo. De los que hayamos publicado como mandan los cánones ya lo sabremos. Por eso, entre otras cosas, no se publica la inmensa mayoría. No hay interés en hacerlo. Los políticos pasarán, los arqueólogos no. Las memorias, con sus aciertos, irán quedando. Y alguien, en algún momento, hará un trabajo de investigación, consultará lo publicado --¿qué menos?-- o guardado en los archivos administrativos y en los almacenes de los museos y encontrará las evidencias. Nosotros mismos o nuestros alumnos. Los nombres de los malos técnicos -no lo es quien llega a conclusiones erróneas, sino quien propone sin argumentos constatados- acabarán por conocerse. También los de aquellos que dan por buenos los informes cuando no lo son. Por eso es importante contar con técnicos cualificados en la Administración.

Se está haciendo, no siempre con mala voluntad, una política equivocada --sin distinción de colores-- y los arqueólogos y excavadores estamos siendo cómplices. A veces involuntarios. La crisis --me duele decirlo-- va a aclarar muchas cosas. Para los arqueólogos habrá escraches --horrible palabra, que está en el Diccionario--. Porque la letra escrita es implacable y uno acaba siempre siendo perseguido, intelectualmente, si no se ata los machos. La Carta de Cracovia 2000, redactada por la Conferencia Internacional sobre Conservación afirma: "Los aspectos destructivos de la excavación deben reducirse tanto como sea posible". Y, más adelante: "el turismo cultural, aceptando sus aspectos positivos en la economía local, debe ser considerado como un riesgo". ¿Me entienden? Piensen en Badajoz.