En 2010, James Ward organizó un Congreso no sobre el aburrimiento sino para aburrirse de verdad. Ponencias sobre el arte de la tostada o la teoría y técnica para doblar toallas de baño, fueron algunas de las programadas para huir de esta cultura posmoderna alienante y aburrida. Kierkegaard sostenía que el aburrimiento es la piedra angular de la Creación, Nietzsche declaró que el propio Dios se aburrió en su descanso sabatino, Kant pensaba que Adán y Eva se habrían aburrido soberanamente en el Paraíso y Schopenhauer consideraba que cuando uno anhela lo que no tiene, sufre, y cuando lo consigue, se aburre. George Bernanos, contumaz pesimista, escribe en "Diario de un cura rural" que el aburrimiento es como el polvo: se convive con el casi sin darse cuenta pero a poco que uno se quede parado, lo cubrirá hasta el olvido y la extinción. Será por eso que Camus creía que es el auténtico problema filosófico de la humanidad, esa "Filosofía del tedio" escrita por Lars Svendsen donde la vida cotidiana se convierte en una prisión, hasta el punto de reencontrarnos con aquella Roma antigua donde se legitimaba el suicidio ante el taedium vitae que acabó consumiendo, también, al mismísimo Oscar Wilde.

Ni el Renacimiento, ni el Nuevo Mundo, ni la Ilustración, mucho menos la revolución industrial, el renacer cultural, la aparición del cine o la televisión, el 68, el LSD o el internet, han logrado erradicar de la sociedad actual el aburrimiento como enfermedad. Kundera dice que los aburridos pasivos son quienes bailan mientras bostezan, los activos quienes rellenan sudokus o crucigramas y los rebeldes quienes queman papeleras o hacen pintadas. En Badajoz, los aburridos son quienes, frente al tedio, no son capaces de desarrollar su creatividad y se doblegan indiferentes a la diversión narcotizante del poder. O sea, que se aburren y esperan que sean los demás quienes les rescaten del aburrimiento. Pues venga, aquí unas ideas, ahora que llegan los calores: Carnaval de verano cada fin de semana por los barrios, que el de Cerro Gordo quedó escaso y con mucho frío, Semana Santa a primeros de agosto, verás cómo lucen los pasos y, si me apuran, otra Coronación, a finales; una cabalgata de Reyes a mediados, repetir San Juan a primeros de septiembre y los palomos en otoño. Eso, junto con el Badasom, el Contempopranea y, si conseguimos que hagan itinerante el Teatro de Mérida, permitirá que ya no haya en Badajoz ni un aburrido más. Ah, y recuperar la playa del Guadiana.