Como continuación a los relatos de semanas anteriores, nos encontramos en las postrimerías de la batalla de La Albuera. Los aliados bloquean de nuevo Badajoz. El duque de Wellington decide continuar el asedio el 30 de mayo, comenzando con el tercer sitio que en pocos meses asolaba los alrededores y los paramentos de las murallas, tanto del Fuerte de San Cristóbal como del Castillo.

El gobernador de la plaza era el general francés Philippon , quien logró una defensa eficaz, sin despreciar las salidas para estorbar los trabajos de los sitiadores. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos franceses, el intenso cañoneo contra las fortificaciones propició que parecieran practicables dos brechas en San Cristóbal, lanzándose al asalto simultáneamente en la noche del 6 al 7 de junio. Después de un encarnizado combate, tuvieron que replegarse los aliados no sin abandonar antes más de 200 muertos en los fosos. De nuevo lo intentan en la noche del 10 de junio, pero vuelven a ser rechazados. Los asaltantes cometieron fallos, las escalas eran cortas y no permitían alcanzar la parte superior del parapeto, o no seguir las buenas prácticas en los asedios a recintos amurallados, en las que se debían haber construido ramales de trinchera hasta los glacis, para evitar el avance al descubierto.

Se conoce la anécdota del soldado que quedó inconsciente al caer desde la escala al foso, debiéndose hacer el muerto cuando, tras el repliegue, los franceses bajaron a reparar las defensas y de paso a registrar los cadáveres, notando cómo le quitaban las botas y los calcetines. Ya de noche, aprovechando la oscuridad, pudo volver a sus líneas, ante el júbilo de sus compañeros.

En fin, el calor que por aquellas fechas hacía en Badajoz, junto a la noticia de que estaban actuando coordinadamente los mariscales Marmont y Soult para atacarle, movió finalmente al prudente Wellington a levantar el sitio el 18 de junio e internarse una vez más en Portugal, en espera de tiempos mejores.

Unos 12.000 proyectiles cayeron sobre la ciudad y sus murallas, 400 casas ardieron, pero no fue el último sacrificio de nuestra ciudad, aún quedaba por superar el último trance un año más tarde, con la liberación definitiva y el costo en vidas, honras y haciendas que supuso. Pero al menos durante 124 años, no volvieron a ser agredidos sus venerables muros por la peste de la guerra.

* Iniciativa Ciudadana Baluarte.