Hace un año Teresa Algaba echaba el cerrojo a su puesto en el mercado de Santa Ana, que había regentado 30 años. Aquel día no veía su futuro muy claro, y de hecho estos doce meses no han sido fáciles, en los que ha llegado a estar en tratamiento psicológico. "El bache fue muy grande, económica y emocionalmente, porque cerraron sin darme explicaciones". Después de un año el ayuntamiento ha acordado indeminzarla con 4.000 euros, una cantidad que cree ridícula y que va a recurrir.

Ahora parece que su vida laboral se ha reconducido porque abrió otra tienda con su hijo en la barriada de San Fernando, a la que incluso va la clientela de la plaza Chica, a pesar de la distancia. "Nosotros éramos una familia, fueron muchos años". Sigue teniendo las llaves de allí y en una ocasión se acercó, "pero ya no voy más, porque me dio pena de cómo está aquello, verlo cerrado, qué sombra".

Echa de menos el mercado de Santa Ana, a pesar de que reconoce que el local de ahora es mejor. Teresa está segura de que si en su momento el edificio se hubiese arreglado el mercado de abastos sería viable, "pero ha sido dejadez del ayuntamiento, como con todo". "Lo que tenían que hacer es tirarlo y hacer una plaza, porque lo que pretenden no tiene futuro", opina.