Los niños ponen a prueba a los adultos. Quieren saber hasta dónde pueden llegar, dónde están los límites. Son listos y rápidamente aprenden cuál es el listón de mamá, cuál el de papá y por dónde pueden entrar a los abuelos. También saben que atravesar las fronteras puede ser peligroso para ellos. Más allá se abre un territorio dónde aguardan los castigos.

Son niños, pero inteligentes, y el caso es que todos fuimos niños inteligentes a la hora de medir nuestras fuerzas y detectar las marcas, pero es curioso como de adultos algunos dejan de lado la lección aprendida en la infancia y traspasan temerariamente las fronteras adentrándose en territorio hostil. Es lo que les pasa a quienes establecen y orquestan estrategias en los partidos políticos. Me pregunto si es insensatez o un sentimiento de impunidad que solo puede provenir del desprecio hacia los que pueden castigarlos por haber ido demasiado lejos. Saben que caminan por senderos peligrosos, que no nos gustan sus estratagemas, que cada vez estamos más hartos de sus puestas en escena, que sus argumentos nos parecen excusas, justificaciones para hacer lo que ellos quieren sin que les castiguemos.

Eso es lo que dicen los ciudadanos en cada sondeo, como el último realizado por Metroscopia para El País. Decía el diario que "el 88 % de los encuestados reprocha a los actuales partidos que miren por sus intereses y problemas y no los de la sociedad", que "el 86 % les exige un gran pacto de nacional para hacer frente a la crisis económica", pero que "el 76 % considera improbable ese acuerdo". Son las señales, las marcas que les dicen que están en zona de peligro, pero hacen caso omiso.

¿Es insensatez o desprecio a la ciudadanía al sentirse a salvo del castigo? Creo que ambas cosas. Insensatos porque no calibran las posibles consecuencias, y despreciativos porque no dan valor a lo que quieren sus representados.

Algún día, en alguna elección, pueden encontrarse con demasiada abstención o demasiados votos en blanco.