TDtecía el periodista Jaime Campmany que los tontos contemporáneos era una especie totalmente hispánica libre del riesgo de extinción. La sabiduría popular ha acuñado reflexiones que abundan en lo anterior: cada día que amanece el número de tontos crece y en España no cabe un tonto más. Parecen aseveraciones contradictorias pero constatan una realidad con la que el español normal se ha acostumbrado a vivir: a nuestro alrededor nacen y se reproducen familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conocidos de las redes sociales y espontáneos en general que suelen cultivar perlas del pensamiento que demuestran que no estamos a lo que estamos.

En un medio de comunicación y, después, en esa red social donde todo el mundo anda encabronado siempre, se ha desatado una polémica que si no da para tontería del siglo sí puede ser, por el contexto, tontería carnavalera de la década. La murga ganadora en el concurso de Badajoz, Los Espantaperros, que iban de dientes, cantaba algunas cosas que han molestado por ahí: "-mujeres igualitas que los dientes, échales pasta y las tendrás sonrientes-si algún día tú las picas (a las mujeres), se hinchan como un flemón, se cargan en tus muelas y son más malas que un dolor-y si se tuercen un poquito (las mujeres) para que se callen, las cepillas y le metes aparato-" Ya se han desatado las acusaciones de sexismo, las comunicaciones al Instituto de la Mujer y, como poco, la revolución.

Más allá de que gusten o no determinadas letras de Carnaval, parece incongruente que a algunas personas, sobre todo políticos, se las pueda llamar borrachos, corruptos, cornudos, ladrones y sutilezas semejantes, en nombre de la santísima libertad de expresión y con el aplauso y la carcajada del público, donde podemos incluir a alguno que ahora se indigna por la letra dental, y se pretenda la censura previa a las murgas o la manipulación del criterio del jurado cuando el tema a tratar no sea de nuestro agrado.

A esto se le llama tontismo, heredero directo del buenismo que, en su afán de revisionismo a tutiplén, busca cambiar la historia, modelar las fiestas, reinterpretar las crónicas y retocar la Biblia. Otros también le llaman surrealismo, absolutismo y funambulismo. El poeta alemán Heinrich Heine ya lo describía en el siglo XIX: "El inteligente se percata de todo; el tonto hace observaciones sobre todo".