TStupongo que cambiar de bando es algo permitido por la libertad, ese inmenso lugar a donde acuden muchos buscando justificación. Rectificar es de sabios, dijo alguien que nunca supo cuánto abundan los sabios, casi tanto como los rectificadores. Lo malo es que ser tránsfuga se parece bastante a la hipocresía, y sucede a diario, no solo en política, porque hipócritas los hay en todas partes. Y traidores más. Los tránsfugos y tránsfugas políticos se reconocen enseguida: son tipos y tipas con cargo y sueldo públicos que traicionan a unos para conseguir otro cargo y mejor sueldo igualmente públicos con otros. A veces cobran comisiones añadidas por el viraje, lo cual incentiva bastante el transfuguismo que no parece estar tan mal visto como a usted y a mí nos gustaría. Por este sistema, en la presente legislatura, el PP ha ganado para su causa 17 alcaldías y el PSOE 12. Y a ningún militante, de los que aún defienden ideologías y credos, se le ha caído la cara de vergüenza. Ellos reivindican todavía las diferencias que separan a una derecha desvergonzada con ansias de poder de una cínica izquierda con iguales ansias de poder. Como si no fueran todos igualmente personas capaces de traicionar no sólo al partido, sino también a sí mismas cuantas veces lo requiera su ambición, que son incontables. Por mucho que se empeñen Chaves y el pacto antitransfuguismo, será difícil acabar con ellos. Podrán no ser candidatos, pero llevarán su capacidad de traición hasta cualquier sector que les procure un beneficio. Casi peor, pues pedirán a cambio ser colocados en alguna oficina autonómica, municipal o de Bruselas o en la institución o fundación que corresponda, siempre un sitio bien remunerado y de poco esfuerzo. Porque sindicalistas cabales que acaben los días de sus largos 92 años en el piso de Alcorcón, sin ruido y sin fastos, quedan poquísimos. Y escritores colmados de su propia certeza como Miguel , que murió joven y en la cárcel renunciando a cualquier deslealtad, menos aún.