El nuevo exterior que presenta la torre de los Acevedo se debe a que se ha recuperado el aspecto original con el que se levantó, entre los siglos XV y XVI. Nunca se había rehabilitado y por primera vez se han recogido muestras, se han estudiado las capas de revoco y la composición del material que la recubre es la original, con cal grasa apagada en obra en balsas con la misma proporción de agua y un poco de arena, «sin un gramo de cemento», explica la arquitecta Carmen Cienfuegos, para constatar que el aspecto que presenta responde a criterios «científicos e históricos».

Cuando se iniciaron los trabajos de consolidación casi todo era ladrillo, que no estaba pensado para estar visto sino que era de fábrica, revestido para protegerlo de la climatología. El ladrillo estaba muy degradado y había zonas, sobre todo en las esquinas, que estaban a punto de caerse por el daño de las bombas. La torre no corría riesgo de rotura porque es muy sólida, con muros de mucho espesor y una bóveda de cañón con apoyos suficientes, pero sí había posibilidad de desprendimientos en el exterior. El interior estaba con tierra que se desmoronaba, con agujeros «en los que cabía el coche» y el objetivo era detener el proceso de deterioro. Todos estos daños se han reparado y en el proceso se han descubierto además oquedades o ventanas cuya existencia se desconocía. Cuando comenzó la obra tenía en la base una capa de un metro de guano de palomas, que han sido desalojadas. Esta torre era una casa fuerte de una familia noble. Fuera es visible el pavimento de la vivienda. Dentro se va a colocar una estructura de madera e hierro separada de las paredes para subir a dos niveles y una escala para alcanzar la parte superior.