Desde Extremadura hemos levantado la bandera del ¡Tren Digno Ya!. Algunos dicen que los trenes no pueden ser dignos, que lo que son dignas o indignas son las personas. Pues eso. Son indignos quienes lo han provocado y también quienes lo han consentido, o mejor dicho, quienes lo hemos consentido. La lucha por el tren no puede ser la lucha por un tren digno, sino por la dignidad de los extremeños, y también de España entera, pues ha sido España en su conjunto quien lo ha provocado y los extremeños quienes lo hemos consentido.

Dicen las estadísticas que no se están produciendo más incidencias que antes. La diferencia está en que ahora cuando ocurre una estallan las redes con videos, fotografías y comentarios, y generan un estado de opinión. Eso ha pasado en este fin de semana del Puente del Pilar. Ha habido incidencias de todo tipo: arrollamiento de ganado, averías de máquinas, falta de material, retrasos varios o trayectos realizados en autobús. Lo que ya estábamos acostumbrados. Pero de pronto aparece una nueva causa que todos entendemos que es muy grave como que el tren se queda sin gasoil y no puede seguir el camino. Vuelve la indignación, se calientan los ánimos y proponemos nuevas manifestaciones y actuaciones varias. Se toman medidas contundentes de ceses y nuevas promesas. Si no hay incidencias llamativas todo sigue en la calma esperando que el tiempo pase y resuelva, o no.

La dignidad de los extremeños no puede estar en que tengamos gasoil, haya maquinistas, que el teléfono, los lavabos o el aire acondicionado funcionen correctamente. Esas no pueden ser las preocupaciones o las reivindicaciones de los extremeños. Con eso no recuperamos la dignidad. La recuperaremos cuando podamos ganarnos la vida en nuestra región en igualdad de condiciones que el resto de los españoles, cuando dispongamos de las mismas infraestructuras y cuando podamos tener las mismas expectativas de futuro que el resto. Necesitamos tener un horizonte próximo y cierto de que las infraestructuras comprometidas hace décadas serán realidad. Tenemos que crear un empeño de transformación radical de la región en una década, o esto termina convirtiéndose en un desierto con placas solares, y los dignos o indignos seremos los que lo consintamos con nuestra acción u omisión.