Si nadie lo remedia --y no lo remediará nadie, como sucede siempre en Extremadura--, tendremos un trenecito. Algo más rápido que los actuales. Posiblemente, más cómodo. Tal vez, incluso, podamos montar en él algún día. La propaganda se encargará, entonces, de presentarlo como un tren de última generación, con las más modernas tecnologías, en la vanguardia de los ferrocarriles del mundo. Será tal la campaña publicitaria y la ingeniería retórica que acabaremos dando gracias a los supremos hacedores políticos por habernos dado el privilegio de disfrutar de semejante maravilla de las comunicaciones. Por supuesto, quien ose protestar será tachado de ignorante, fascista o imbécil y, finalmente, será condenado a las tinieblas exteriores. Es lo que tiene decirle al rey desnudo la verdad, la realidad, o sea, que está desnudo.

A mediados del mes cuatro del año 2010 aún siguen mareándonos con el tren de alta velocidad. Primero, dijeron que fue cosa suya. Después, descubierto el embuste, afirmaron, con rotundidad, que sería en el 2010. Que no era tan importante la idea como la fecha. Lo repitieron una y otra vez. Mientras el resto del mundo veía con nitidez que su promesa era imposible, continuaron con la farsa. Y cuando ya no les quedó más remedio que aceptar los hechos, comenzó el baile de años. Eso sí: la culpa siempre es de los demás. Que no entendemos, que presionamos- que nos creemos las promesas.

Hoy, la realidad es la siguiente: Badajoz quiere y necesita el tren de alta velocidad. Es básico para su supervivencia y su progreso. Esto sí es progreso y no la ideología. Pero resulta que tenemos que pedir permiso a Portugal (con la autovía llegó seis años tarde), que el tren llevará mercancías (me pregunto a qué velocidad), que las mercancías hay que acercarlas a Elvas, casi a donde tenemos que acercarnos todos para coger el tren (porque nosotros sí fuimos solidarios y no pusimos la estación en San Roque o en Puerta Pilar) y apartándolas de la Plataforma Logística, que estará a este lado de la Raya. Comprobado que no tenemos peso alguno en España, sobran, desde hace tiempo, los palmeros que no anteponen su tierra a los intereses partidistas.

Puestos a lanzar órdagos de dimisión, mejor con esta historia y no con un cementerio nuclear que el Gobierno de España jamás pensó ni piensa instalar en Extremadura.