Lo primero es esperar que vuelvan sanos y salvos de Irak todos los militares de Bótoa, aunque algunos ya han sufrido las consecuencias del esperpento al que se ha sometido al país por el delirio del Gobierno en funciones. Por segunda vez y al final del plazo para la vuelta de la brigada, tres ciudadanos militares resultaron heridos en un ataque cuando patrullaban en Diwaniya, una batalla en una guerra ajena.

Hace dos meses fueron cinco heridos, tres de ellos extremeños, aunque el origen no deja de ser un accidente; y ahora otros tres, afortunadamente fuera de peligro, si bien el riesgo es mayor cada día y la situación crítica e incierta.

Las noticias se siguen aquí muy de cerca. La presencia de nuestros vecinos en una guerra lo hace lógicamente inevitable, y tanto o más en la propia Bótoa, donde la preocupación aumenta. Ellos mejor que nadie saben que la brigada se entrenó para tareas de vigilancia y reconstrucción, y para ese escenario se dispusieron los medios de defensa; no para hacer frente a una guerrilla en toda regla, de forma que están prácticamente sitiados en un entorno donde la fuerza americana ha perdido el control. Independientemente del delirante origen de esta guerra de difícil final, urge la legitimación por la ONU de otro tipo de intervención y que vuelvan los paisanos.