La noche del 31 de octubre es de fantasmas y calabazas, cuentos de miedo y muertosvivientes. Los poco leídos dicen que esto es un invento hollywoodiense y lo detestan con un caduco yankis go home y, quienes saben algo del tema, lo tergiversan y lanzan soflamas seudoideológicas donde mezclan, impunemente, cultura con política y fiesta con discurso. Y digo impunemente, porque de cultura, solo la mainstream; de política, el chalaneo; de fiesta, con el dinero de los demás; y de discurso, el de los garbanzos de Paco Gandía y poco más. O sea, la inconsistencia y la incoherencia como banderas. Pero, dada la ternura que provocan porque creen que nos engañan, dejémoslos con el pan y circo de la tele y el marketing de nuevo cuño. Por mi parte, he dejado de creer. Con Dios, ahí estoy, y eso que últimamente el apaleo me tiene un poco desconcertado. Pero con los políticos ya no merece la pena perder el tiempo con su verborrea. Sigo creyendo que la clase política no es más que el reflejo de una sociedad corrupta, averiada y en descomposición. Sigo creyendo que no todos los políticos son igual de malos ni todos son tan buenos como deseamos. Y he empezado a creer que España no tiene solución, que el sistema está grifado, que la partitocracia es un veneno, que todo el mundo está infectado y que el sentido de comunidad ha perdido todo su sentido. Alguien nos ha robado la sensación, la emoción y la pasión de formar parte de algo hermoso y nos queda vivir con ese vacío y la indiferencia hacia quienes nos han hecho tan infelices. Y Extremadura no tiene salida. Somos la región más pobre, la de menos recursos, en la cola de todo y, ahí seguimos, administrando nuestra miseria, arrastrando las maletas entre los jaramagos, encantados con que los jóvenes se marchen, votando mayorías absolutas y aprobando leyes que hagan los cargos vitalicios. Hay gente en esta tierra que jamás ha salido de la subvención, la ayuda pública o el sueldo político. No creo en promesas ni en reivindicaciones ni en proyectos eternos. Saben de la miseria y se pasan el día vendiéndonos el paraíso. Eso sí, con voz engolada y como si esto les preocupara un poco. Hay políticos y gente, demasiados, que no necesitan el 31 de octubre para ofrecernos truco o trato, porque solo saben de trucos, bromas y engaños y ya hace mucho tiempo que dejé de creer en sus palabras y tratos.

*Periodista