Varios asuntos (debates, encuestas, campañas, listas) destacan en el ambiente político local, o sea, en el que no le interesa a nadie. Muchos periodistas, tertulianos, columnistas, articulistas, analistas y otros artistas de la opinión y la interpretación se unen en estos días al desafinado y desatado coro que organizan las formaciones políticas atrincheradas junto a asesores, buscavidas, mercenarios, correveidiles, maletillas, meritorios y gurús que pretenden fabricar un escenario a modo de hoguera de la vanidades donde nadie conoce a nadie y todos se valen de todos. Una dramaturgia donde, como siempre, se habla en nombre de una ciudadanía con la que no cuentan, a la que no conocen y que no les importa. Una ciudadanía que, harta de demagogias, de discursos incendiarios, de ideologías marchitas y de gestos de cara a la galería, sólo quiere escuchar soluciones a los problemas del paro, la inseguridad, el futuro de los jóvenes o la convivencia sin estridencias.

Una ciudadanía que sabe desde hace muchos años cómo unos pocos han logrado politizar y, por tanto, contaminar una fiesta como el carnaval y cuanto le rodea. El problema no son esos pocos, siempre queriendo hacer méritos, sino los que les alientan y ríen las gracias. Así, fue la politización la que se cargó las Candelas en Santa Marina y las alumbró en la margen derecha. Lugar donde, a continuación, se fabricó esa bacanal que divide, que crea bandos, que no integra, que manipula y miente con el argumento de una fiesta que les importa un pepino. Que las proclamas reivindicativas (he ahí el germen partidista) siempre se dirijan hacia el mismo lado y que en 2011 (mira que había temas: el AVE, Los Colorines, Cuestas de Orinaza, la seguridad, etc.) se les ocurra insistir en que "no se invierte nada en la margen derecha", a sabiendas de que es mentira, no es más que la constatación de que la fiesta en sí exige ya una profunda catarsis donde no aparezca ni uno sólo de los que han demostrado que el partido es lo primero y Badajoz, lo último.

Hablar de debates, mareas, encuestas, bufandas y maletas no es más que una simple anécdota en esta batalla que nos toca librar a todos, principalmente a los que somos tomados por tontos, contra esa recua de turiferarios del poder que causan sonrojo y ridículo incluso a aquel o aquello a quien desean servir con semejante exceso de pleitesía y pocas luces.