TAtunque mi polo favorito ha sido siempre esa extraña combinación entre la fresa, la cola y la vainilla que responde al interesante y sugerente nombre de Drácula, del que me podía comer de una sentada (¡ay, maravillosos tiempos de juventud!), si la paga semanal me lo permitía, media docena de ellos y me quedaba más fresco que una rosa, debo reconocer que el twister tenía también su atractivo. Esa colorida forma en espiral y de diferentes sabores reclamaba también la atención de no pocos seguidores de tan especialmente diseñado helado que, por otro lado, daba un poco de grima hincarle el diente.

Aunque las atracciones de feria nunca me han gustado lo más mínimo porque el peligro siempre lo he preferido de lejos, el twister era uno de los espectáculos más atrevidos de mis tiempo mozos y, aún hoy, sigue despertando respeto e interés entre los más aguerridos adolescentes que, en su inconsciencia, prefieren fardar delante de la chica y vomitar a la salida antes que quedarse como pasmarotes viendo cómo los demás se suben a esa bestia de feria que da vueltas y vueltas y meneos y meneos y parece que no parará jamás.

Aunque el Titty Twister (literalmente, La teta enroscada ) es el famoso bar de la película Abierto hasta el amanecer , esa disparatada locura de Rodríguez y Tarantino con vampiros, rockeros, predicadores, satánicas bailarinas, moteros y camioneros, además de dar, también, nombre a orquestas, foros y otros clubes de extravagantes propósitos, forma parte de nuestro imaginario fílmico, me he quedado de un pieza al comprobar que un helado, una atracción de feria y un bar de película se haya transformado en unos carteles encolados en varias paredes de la ciudad donde se aprecia una exuberante señorita con sus voluminosos y turgentes pechos al aire anunciado un local de alterne. Carteles que se complementan con cuñas radiofónicas donde se viene a decir algo así como:; "venga a conocer a nuestro nuevo personal" y no hacen falta dar más explicaciones. Ole, ole y ole el marketing, la publicidad subliminal, los mensajes encubiertos, la libertad de expresión, el progresismo de alto nivel-y la pasividad de una sociedad que es incapaz de ver una tragedia personal, familiar, social y humana detrás de cada cartel, de cada cuña y de cada burdel.