Las 33 familias que viven en las casas prefabricadas de las Cuestas de Orinaza desde noviembre sienten que las autoridades las han abandonado. Algunos vecinos afirmaron ayer a EL PERIODICO que la situación es especialmente dramática en verano ya que las casas, hechas de un material metálico, alcanzan altas temperaturas en el interior. En lo que queda del barrio no hay tiendas, ni servicio alguno y los vecinos tienen que desplazarse constantemente al Gurugú, situado a más de un kilómetro, donde también está el colegio más cercano. La única parada de autobús urbano se encuentra a 500 metros.

Otro de los problemas que arrastra la zona es el del agua potable que, muchas veces, llega con posos y atasca las tuberías. Además, las calles carecen de asfalto y no hay espacios verdes para los niños, a pesar de que, cuando se llevó a cabo el realojo, la Junta anunció que se plantarían árboles en la zona. "Es una vergüenza porque esto no es habitable y encima tienen el cachondeo de decir que es la urbanización de las portátiles ", explicó Amelia Blázquez, una vecina.

SERVICIOS PUBLICOS

En cuanto al servicio de limpieza, los habitantes de las Cuestas también denuncian que éste se limita a vaciar los contenedores, dejando los escombros alrededor.

Un vecino tildó la situación en la que viven de "terrible" y "chabolista", sobre todo para los niños, ya que en verano, están siempre en la calle, sin que se organice ninguna actividad para ellos. "Esto está lleno de pinchos y hay agujeros por donde salen ratas y culebras que se meten en las casas", narró un joven.

Por último, los habitantes de las Cuestas también sienten que la Iglesia los ha abandonado. Este diario habló con Eugenio Sánchez, un sacerdote que trabajó en un proyecto de integración con estas familias que no avanzó por problemas de subvención, y afirmó que aunque los vecinos tienen razones para sentirse marginados, seguirá trabajando para sacar el proyecto adelante.