Las ermitas de la Alcazaba de Badajoz necesitan ser rehabilitadas pero si la obra de recuperación prevista en el plan director del monumento no se acomete ya, lo que sí urge es un «proyecto de mínimos», es decir, consolidar los restos existentes para evitar que su deterioro avance. Es lo que reclama la Asociación Amigos de Badajoz, a través del historiador Julián García Blanco, que el próximo día 18 de mayo tiene previsto guiar una visita a estas construcciones, que muchos identifican como unas ruinas tras atravesar la puerta de Carros. Se trata de la ermita y torre de la Consolación y la del Rosario.

Según García Blanco, su estado es «lamentable», por lo que alerta de que «en cualquier momento se caen». En su opinión, «hoy por hoy es la parte más degradada de la Alcazaba» a pesar de que con ellas se encuentra todo el que entra y el que sale del recinto. Por ello, en Amigos de Badajoz defienden que además de salvar el monumento, se trata de una «actuación obligada» para «dar una buena imagen» a los visitantes que entren o salgan por la puerta de Carros. En el plan director estaba previsto el uso hostelero de estos espacios, pero con independencia del fin al que se puedan destinar las ermitas, desde este colectivo reclaman que al menos se «dignifique» este entorno. Este historiador recuerda que en el 2010 ya se cayó un trozo, otro en el 2018 y si este año hubiese llovido más, el proceso de deterioro se habría agravado. En cuanto a su uso, García Blanco propone que se entiendan como parte de conjunto y se utilicen para servicios que la alcazaba necesite.

De las tres construcciones, la más antigua es la torre. En su origen, posiblemente fue una de las torres más altas de la alcazaba, pero está muy transformada. Ha perdido la habitación que estaba a la altura del adarve, la terraza, todo el parapeto almenado y el arco que la unía con la muralla. García Blanco apunta que según las últimas investigaciones esta torre tuvo dos fases. En un primer momento la levantaron los almorávides y posteriormente los almohades revistieron la obra de tapia y la utilizaron para reforzar el flanco norte de la alcazaba, porque es anterior a su ampliación.

En cuanto a las ermitas, la primera, que está justo de frente, es la del Rosario y detrás se encuentra la de la Consolación. La más antigua es la primer. Parece que data del siglo XVI pues la plataforma artificial sobre las que se levantaron ambas no es anterior al siglo XV ni posterior al XVII. La de la Consolación sí se fecha en el siglo XVII. En las dos había vivienda para los ermitaños y hospedería para peregrinos. Curiosamente se construyeron cuando la alcazaba, que había sido el centro fundamental de la vida pública de Badajoz, fue perdiendo peso en favor de la ciudad baja, hasta que se convirtió en un espacio esencialmente militar.

Las dos ermitas fueron sede de cofradías: la de Nuestra Señora del Rosario de los Morenos del Castillo (o de Santo Domingo de los Morenos, porque eran esclavos) y la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolación, que se legalizó en 1605. Asociada a la ermita de la Consolación estaba el hospital de los Caballeros, situado posiblemente entre la torre y la propia ermita.

No se sabe con plena seguridad cuándo dejaron de tener uso. Sí está claro que resultaron arruinadas durante la Guerra de la Independencia por efecto de los sitios y se fueron abandonando. La imagen de Santo Domingo de la ermita del Rosario se trasladó a la de San José y la de la Virgen del Rosario se llevó a la iglesia de San Andrés (la situada en mitad de la plaza de Cervantes). En 1821, en una construcción adosada a la ermita del Rosario se habilitó la cripta de los canónigos y un cementerio en ambas construcciones. Cuando dejaron de serlo se utilizó la del Rosario como polvorín militar. El último uso del recinto fue de infravivienda. Todavía hay quien recuerda un núcleo de chabolas conocido como El Corralón, hasta que en 1964 fueron desalojadas las familias que allí vivían y las trasladaron a la UVA. Cuando salieron estos vecinos, en febrero de 1965 se produjo la profanación del cementerio por parte de unos vándalos.

El estado actual de las ermitas es «ruinoso». No solamente porque carecen de cubiertas sino por la vegetación que actúa como cuña «y no va a tardar mucho en destruir los muros y lo poco que hay», alerta este historiador.