Fernando Valbuena es abogado pero no es la abogacía el alma de sus principales y actuales ocupaciones. Valbuena sabe de todo, sabe contarlo y sabe caminar por la vida sin ostentación intelectual y con generosidad de afectos. Empedernido aficionado a los toros, futbolero como el primero, seguidor de Elvis el Rey, gastrónomo y coleccionista de vitolas, puede considerarse el prototipo del bon vivant aunque, en el fondo, es un maestro que ha logrado dedicarse a lo que realmente le llena: vivir a pleno rendimiento y disfrutar con lo que hace. Participa, como analista gastronómico, en un programa de la Cope y dirige, en Onda Cero, uno de toros. Por el medio, ejerce de articulista en un periódico, viaja con frecuencia, pregona fiestas y otros eventos, prepara suculentos platos para sus hermanos de cofradía de La cuchara de San Andrés y sus ilustres visitantes, disfruta del restaurante Galaxia y suma con facilidad amigos por doquier. Ah!, y a lo que vamos: preside el club deportivo Badajoz 1905. Para no ser de aquí, ha conseguido lo que muchos, siéndolo, jamás alcanzarán: ser de Badajoz, querer a Badajoz y disfrutar con Badajoz. Es un ejemplo fascinante de integración en una ciudad que ama y que le ama, que cuida y que le cuida, con la que se siente identificada y a la que le entrega lo mejor de sus días.

Hace un año, el Badajoz de toda la vida desaparecía. Los que, siendo socios, sufrimos de niños las inclemencias del tiempo en Preferencia con Marmesat, Tienza, Bravo, Crespillo, Cerebro González o Paco Herrera, sentimos que algo nuestro moría. Los que vivimos el partido del Cartagena y el ascenso, los equipos de Tinelli, el casi ascenso a Primera, el nuevo Vivero o el cerrojazo de Ziarreta, entendimos que era necesaria una catarsis. Aupado por unos pocos, Fernando Valbuena dio un paso al frente y lideró ese volver a empezar desde el pozo de la Primera Regional que tan dignamente ahora se supera. Un año más tarde, el equipo, el cuerpo técnico, la afición, los abonados, los colaboradores, los patrocinadores, han respondido pero no me cabe ninguna duda de que poco o nada hubiera sido posible a no ser por las virtudes presidenciales de un Valbuena que ha sabido terciar, templar, moderar, renovar y mejorar un proyecto abocado a la extinción y al que él le aportó ese inmenso caudal de amigos, relaciones, saber hacer, buenas palabras y abrazos que permiten, de nuevo, que el Badajoz sea de todos y todos podamos disfrutar y participar de su ascenso.