TUtna cafetería recién inaugurada, estética de local americano, de vagón de tren, mesas junto a una gran ventana, bancos corridos. Y ellos inmóviles, salvo los dedos y los ojos convulsos sobre la pantalla de sus respectivos móviles. Una cena para dos. Una distancia abismal entre ellos. Hay otra mesa, interior, pequeña, con un chico, come su sándwich alternando miradas ansiosas entre su teléfono y un entorno que siente hostil. Decía Win Wenders, que "los cuadros de Hopper son siempre el comienzo de una historia". A esta, yo ya le había puesto música de John Coltrane. Eran una pareja más, sorprendida por el ojo ajeno en un desencuentro al que parecían haberse habituado, una desatención confiada, cotidiana, cómoda. Y aquel otro, abandonado, esperanzado en el retorno, en que la causa fuese un malentendido descubierto y solventado. Pero los minutos pasan, ella finge un bostezo, él esconde la pantalla, y disimula unos ojos que no parecen tan macilentos, sino vivos y curiosos. Y quizá tras ese pacto cálido como la franela, de matrimonio lento, se desvela una intensidad oculta, espesa, oscura. En la otra mesa, el joven deja su plato a medias, se lleva una mano a la boca del estómago, arranca de la silla su abrigo, y enfunda el móvil como en otro tiempo hubiera hecho John Wayne, seco, con rabia. Duda, entre las puertas automáticas que se abren e interrumpen el cierre, porque él esta allí, parado, mirando cómo llueve fuera, el viento racheado en el aparcamiento vacío. Y sin protegerse, incluso despacio, sale a la noche.

Intuyo la brecha, la frontera que se abre entre los afortunados (incluyendo los que creen serlo) y quienes se duelen en su condición de solos. Y esa división es tan liviana, tan fácil estar a un lado u otro de la barrera, depende de elementos tan fútiles, a veces del azar, imposibles de analizar, que desisto, pensando en las muchas historias inacabadas de esa noche, y sonrío recordando a la bella Gilda contestando a un temerario ¿me amas? --Max, nadie debería hacer esa pregunta en la noche de bodas. Es demasiado tarde, o demasiado pronto.