En el COMBA hay ocasiones en que se asiste a una sesión u otra con más o menos expectativas. Y ya sabemos todos que las expectativas siempre suelen verse desbordadas por realidades imprevistas. A veces, esta gestión de lo esperado conduce a la decepción. Y en otras, a la euforia. La primera sesión de semifinales era, a priori, una de esas jornadas de las que uno puede esperar un alto nivel. Las expectativas en torno a lo que uno podía encontrarse eran, por tanto, altas. Pues bien, si les digo que, aún siéndolo, se vieron superadas, entenderán que en la noche del martes asistimos a un gran espectáculo murguero.

Todas las agrupaciones que pisaron las tablas rindieron a un muy buen nivel. Aunque se notaba que en ese término medio alto había murgas que acudían a la semifinal con la mirada puesta en cotas más altas. Y entonces llegó la vigente campeona del concurso, Al Maridi, y destrozó el esquema mental que mucha gente se estaba dibujando en la cocorota. Porque sí, cuando se asiste a la actuación de ciertas murgas, inevitablemente se piensa en que puede ser el año de unos, en que igual a otros les va tocando pasar del segundo al primer premio, en que puede que continúe la alternancia en la conquista de la cúspide, y otras cosas más. Pero hay ocasiones en que un grupo llega, da un golpe en la mesa, y lo trastoca todo. Y ese fue el caso de lo que ocurrió en la primera sesión de semifinales con la actuación de Al Maridi.

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Aprovecharon los pasacalles para incorporar a su repertorio referencias a la actualidad más reciente, aludiendo, entre otras cosas, a la bajada de telón a El Verdadero y a los cortes de carretera realizados por los agricultores. En su primer pasodoble, denunciaron las nefastas consecuencias que se derivan de la sobreprotección a la que muchos padres someten a sus hijos. Y el segundo fue profundamente crítico con el pacto de gobierno de la ciudad de Badajoz, y con los actores políticos que los suscribieron. En sus cuplés, nos contaron la historia de cómo acabaron regalando un coche chocante a su novia, y le sacaron punta a la moda de pintar, esconder y recoger piedras. Abandonaron el escenario a toda prisa, y no porque fueran a pasarse de tiempo, sino porque se personaron sobre las tablas dos agentes de la benemérita, con su tricornio y traje de gala incluidos.

Los 3W: Dalí, genio y figura

Introdujeron referencias a la actualidad más reciente, con alusiones a la moda de pintar y esconder piedras, y al nombre impronunciable de la Mariví de Al Maridi. En el primer pasodoble, criticaron que haya quien se atreva a juzgar a todos los hombres por lo que hagan unos pocos salvajes y depravados. En el segundo, recordaron con nostalgia cómo eran las tardes de su infancia, y cómo ahora las calles están desiertas, y los chavales metidos en las casas de apuestas. Los cuplés siguieron un hilo conductor, el de la relación de una pareja, y, a partir de ahí, le sacaron partido para bromear acerca del veganismo y del Satifyer.

Los que se reparten el testamento: Hasta los ateos abrazan su credo

Incluyeron referencias a la actualidad más reciente y varios chascarrillos en los pasacalles, como las dos murgas que les antecedieron en las tablas. En su primer pasodoble, criticaron el pacto de gobierno local y a quienes lo suscribieron. Y el segundo lo dedicaron al asunto catalán, criticando las desigualdades e ironizando acerca del poco eco que tendría una hipotética declaración de independencia en Extremadura. En sus cuplés dibujaron una caricatura de esos que siempre están exponiendo su vida en las redes sociales y bromearon acerca del C.D. Badajoz, del gran apoyo de la afición y de futuribles resultados.

A Contragolpe: Los guías no pierden el norte

Tras el descanso, llegó el turno de los guías ‘free tour’ de A Contragolpe. En su actuación, dedicaron un pasodoble a glosar lo hermosa que es Extremadura y cómo no la cambiarían por nada, y otro a la situación del museo del carnaval y a la poca presencia de nada que identifique a los murgueros y la cantera en sus instalaciones. De nuevo, volvieron a danzar con el estilo maorí de los All Blacks. En los cuplés interpretaron dos situaciones cómicas muy vinculadas al tipo que encarnan con un marcado tono picarón.

Al Maridi: ‘Cuando tengas que disparar, dispara, no hables’

La cita que encabeza estas líneas, que proviene de la película “El bueno, el feo y el malo”, bien podría podría decirse que resume la filosofía que inspiró la memorable actuación de Al Maridi. Porque fueron, verdaderamente, a por todas. Sorprendieron al público al presentarse sobre las tablas encarnando otro tipo distinto al de preliminares, cambiando una gran parte de su repertorio inicial y luciendo una escenografía adaptada al nuevo planteamiento. Solo esto ya denota un grado de compromiso y una capacidad de trabajo admirables. Pero es que, además, su actuación fue redonda. Vocal e instrumentalmente, demostraron su fortaleza. Interpretativamente, desempeñaron con destreza su nuevo papel de vaqueros. Y, además, aportaron contenidos interesantes y un carácter festivo que llegaba a transmitir una idea bastante próxima acerca de lo bien que se lo estaban pasando sobre las tablas.

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En su primer pasodoble glosaron algunas de las posibles críticas que, probablemente, han deslizado las lenguas afiladas a propósito de su actuación. Y criticaron la hipocresía de los murgueros que dicen una cosa a la espalda y otra de frente. Posteriormente, reivindicaron los derechos laborales de los agricultores. Y aprovecharon las posibilidades de su tipo para presentar dos cuplés con divertidas situaciones asociadas a su alter ego, a las relaciones con su suegra y a la incapacidad para adelgazar de un vecino que un día perdió un gramo, pero no de peso.