«En verano, con la ventana abierta, no oyes ni la televisión», cuenta Pilar Gil Rodríguez, vecina del único edificio con entrada por la plaza Antonio Zoido Díaz, situada en las traseras de Juan Pereda Pila, entre Damián Téllez Lafuente y la calle Hermanos Maristas. La superficie de esta plaza ronda los mil metros cuadrados y está rodeada por bloques de pisos que suman alrededor de 74 viviendas, cuyos ocupantes están que trinan con los miles de pájaros que anidan en los árboles de este recoleto espacio: 18 celtis y 30 aligustres.

Según calculan los afectados, entre sus ramas pasan los días -y las noches- alrededor de 30.000 gorriones, que sobre todo al amanecer y cuando el sol se esconde, provocan un ruido que puede resultar ensordecedor. No han llegado a medirlo con un sonómetro, pero aseguran que «producen más decibelios que una discoteca a toda marcha», según otro de los afectados, Francisco Contador. Ambos, Francisco y Pilar, son vecinos del bloque número 1 donde, como solución, han llegado a adquirir en una ferretería dos réplicas de búhos reales que se mueven con el viento y que han colocado en sus balcones. Aunque claro, los gorriones tendrán un cerebro pequeño, pero por algo a los listos los llaman pájaros. Al principio se mostraron recelosos con los depredadores recién llegados, pero al comprobar que eran inofensivos retomaron sus costumbres sin perturbarse por su petrificada presencia.

Estos vecinos han trasladado su problema al ayuntamiento haciendo llegar su queja a todos los grupos municipales. También al alcalde le han dirigido un escrito reclamando soluciones. Ayer comparecieron con la concejala socialista Rita Ortega. Piden que se poden los árboles, pues hace 3 años que no se tocan sus ramas, a pesar de ser especies de crecimiento muy rápido y algunas alcanzan las ventanas. Además proponen que los pájaros sean recogidos con redes y los suelten en lugares alejados para «despistarlos» y conseguir que no regresen. El PSOE presentará una moción en la Comisión de Salud y Medio Ambiente. Según Ortega, esta situación se puede convertir en un problema medioambiental y de salud pública, pues al problema del ruido hay que añadir la suciedad que generan los pájaros y pide al equipo de gobierno que se asesore con expertos para encontrar una solución.