Al parecer, todos los que vamos entrando en una edad, tenemos, entre tantos, un recuerdo nítido, vivo, de la feria de San Juan: las verbenas en San Francisco. Aquellos bailes de adultos que los niños explorábamos con cierta indiferencia mientras nos entusiasmábamos con las mantas repletas de pequeñas barras de turrón sobre las que tirábamos duros hasta que alguno de ellos caía encima y nos la llevábamos para casa. Eran tiempos en que se decía que turrón sólo se comía en junio y en diciembre. Tiempos de ferias eternas porque eternos eran los días y la capacidad de diversión de unos niños de los sesenta y los setenta que se hicieron jóvenes en los ochenta y que conocieron la feria en la avenida de Colón, frente al hotel Río, en el paseo Fluvial y, más tarde, junto al hoy Puente Real.

Las verbenas en San Francisco son el icono de generaciones de badajocenses que conocieron los ríos de gente por la calle de San Juan, las fronteras de Caya y Campomayor abriéndose a deshoras durante las fiestas para que el trasiego de portugueses fuera ágil y fluido, el Trofeo Ibérico citando a los mejores equipos de España y Europa, las revistas de vedettes pechos turgentes al aire, recalando en el López de Ayala, los mejores cantantes de la época ofreciendo conciertos, el circo ruso en la Memoria de Menacho, la pista sobre hielo, Furia o Sandokán, el Teatro Chino de Manolita Chen, los coches chocantes de Naranjo, el tren de los escobazos, las tómbolas de la muñeca chochona o el perrito Piloto, la paga de feria, el boom de las casetas en Valdepasillas y los atascos infernales de tráfico, llegar tarde a casa, el Gran Circo Mundial con el toque badajocense de su director, las vistas desde la noria, el algodón de azúcar, los pollos asados el día de San Pedro-

Hoy, hay feria de día, ferial, islantilla, toldos, Portugal, casetas discoteca y microclima. Cambian las rutinas, los gustos, las necesidades pero, por fortuna, no cambian las tradiciones que conforman la identidad de un pueblo y, sobre todo, no cambian las sensaciones que nos permiten revivir los recuerdos de aquellos tiempos cuando nada era imposible y el mundo resultaba más hermoso. La feria de San Juan es una vuelta a nuestros ancestros, a lo mejor de nosotros mismos. Un regreso a aquella geografía del pasado que, no sin cierta melancolía, recupera el rostro de los que se fueron y las voces de quienes fuimos.