Anael y sus hermanos no han vuelto a jugar al parque de La Viña. Otros niños del entorno tampoco se atreven. El 4 de junio del año pasado, Anael, con 13 años, sufrió una descarga eléctrica en una caseta de alta tensión y todavía se está tratando de las secuelas. Aquel día marcó un antes y un después para esta familia, cuya vida ya era complicada en la barriada de Las Ochocientas, donde okupa una vivienda.

La madre, Telma Da Fonseca, tuvo a Anael siendo aún una niña. Con 27 años tiene cinco hijos, el más pequeño de año y medio. Aún dice que le gustaría tener más si su situación económica se lo permitiese. Anael es el mayor de los cinco hermanos y acudía habitualmente con ellos al parque del Padre Eugenio, como otros niños de la zona. Cuando ocurrió la tragedia, el ayuntamiento anunció que lo arreglaría. Pero salvo la colocación de una chapa en la caseta para evitar que alguien pueda acceder, no se ha hecho nada más, según Fernando de las Heras, que acompaña a esta familia y se hace eco de sus necesidades, ahora y cuando era concejal de Podemos Recuperar Badajoz (renunció hace un mes).

Telma ha perdido la cuenta de las operaciones que ha sufrido su hijo. «Seis o siete veces ya», comenta. Ahora está pendiente de nuevas intervenciones de cirugía plástica para suavizar sus cicatrices. En marzo volverá al hospital de La Paz en Madrid para ser operado de la garganta y los pies, donde sufrió quemaduras. Anael va al instituto San José y sale con sus amigos, «pero cuando está en casa yo veo que está triste, ya no se hace fotos de la cara como antes». Tampoco emocionalmente ha superado lo que le ocurrió, ni sus hermanos, que estaban con él. «Jaime no quiere dormir junto a un enchufe porque le da miedo», cuenta la madre.

Los últimos meses han sido «una carrera de obstáculos, uno tras otro» para Telma, según De las Heras. Cuando la familia estaba en Madrid para que operaran a Anael por primera vez, el banco propietario de la vivienda que okupan desde hace un año en la calle Guadiana, intentó tapiarla aprovechando que no había nadie. Los vecinos lo impidieron. «Lo poco que tengo está en esta casa y si la hubieran tapiado nos quedan sin nada y en la calle», se lamenta Telma. Decidieron entrar en esta vivienda porque era insostenible seguir compartiendo la de sus padres en La Luneta, donde también estaba su hermana con su pareja y sus tres hijos. Cuando viajan a Madrid con Anael, el resto de sus niños se quedan con sus suegros y otros familiares. La casa que okupan no reúne las mejores condiciones, a pesar de los arreglos que ellos han hecho. Durante un tiempo el agua salía por el suelo del baño y la cocina debido a un atasco. Lo arreglaron pero hay humedad.

Otro frente abierto encontraron en los juzgados con el abogado de oficio. La denuncia que interpuso el cuñado de Telma para determinar la responsabilidad del accidente se archivó en poco tiempo, según cuenta De las Heras. La joven asegura que antes de que ocurriese ya habían avisado del mal estado en que se encontraba la caseta del parque, donde no existía una chapa que impidiese el acceso, «pero hasta que no pasan las cosas no han venido a ponerla, y no es la adecuada». La familia consiguió después un abogado para que se ocupase del desahucio, que no ha seguido adelante. Superado este obstáculo surgió el de la vivienda social solicitada a la Junta. Telma cuenta que la pidió hace 13 años e insistió cuando Anael tuvo el accidente. La Junta le concedió una en Los Colorines, pero era un tercer piso y su hijo no podía subir escaleras. Ha habido otro ofrecimiento que tampoco se adecuaba a las necesidades de la familia. Finalmente, en la reunión que mantuvieron hace dos semanas con la secretaria general de Vivienda, Maribel Moreno, ésta se comprometió a asignarle una que se adapte a su situación.

De las Heras confía plenamente en que este compromiso se cumpla. «Creo que este obstáculo de una vivienda adecuada está salvado», apunta. El único hijo que ya sabe que van a trasladarse a una casa mejor es Anael «y está muy contento», según su madre, pero los demás aún no, «porque les quiero dar la sorpresa». Telma está ilusionada con esta puerta que se abre, por la que entra algo de luz. De lo que le ocurrió a Anael será difícil que pasen página. Cuando Telma va con sus hijos a casa de la abuela tienen que dar un rodeo para evitar pasar por el parque de La Viña, al que se niegan a volver.