Es una pena. Tan bonitas y con un envoltorio tan feo. Relucientes las nuevas instalaciones del viejo Vivero. Recién estrenadas, muy visitadas por los vecinos de la margen derecha que ya tienen un lugar donde practicar deporte. Todo muy bien de verjas adentro pero afuera, la desolación. Las malas hierbas secas y los cardos con alturas de varias decenas de centímetros. Ese es el ajardinamiento que sirve de portada a la flamante infraestructura.

Las nuevas instalaciones no se merecen el total abandono en que el ayuntamiento tiene sumido sus accesos. Hace ya bastantes años --en tiempos de la superconcejala Cristina Herrera -- pedí soluciones para la avenida, calle o cualquiera que sea oficialmente su consideración (para mí no es más que un camino mal asfaltado) donde se encuentra la escalinata de subida a los nuevos servicios. Solicité, como vecina de la zona, una iluminación adecuada, señalización horizontal, limpieza de sus márgenes. Nada.

Todo sigue igual, ni siquiera ahora, con motivo de la inauguración del nuevo espacio deportivo, le han lavado la cara. De noche no se ve y, como la vía no está señalizada, nunca sabes si vas bien o mal, si circulas por el ¿carril? correcto. Por dónde ir se deja al criterio del conductor, poniéndose en peligro a los escasos ciudadanos que se aventuran a caminar entre hierbajos.

Sucio, dejado de la mano del ayuntamiento. Si no hay dinero para asfaltar y pintar las rayas (algo podrían haber guardado) al menos Parques y Jardines debería plantearse dar una vuelta por este camino/avenida/calle y arrancar los jaramagos.

Fui el sábado a ver cómo había quedado el viejo Vivero. Me gustó mucho y además, tan cerca de casa que se convierte en el lugar ideal para comenzar a hacer algo de ejercicio.

Tan cerca, apenas cinco minutos andando, pero tan lejos. Tendré que coger el coche. Yo sólo puedo ir de noche y no quiero caminar prácticamente a oscuras.