No comparto la tendencia a buscar nuevos vocablos o expresiones que sustituyen a otros que tradicionalmente se han usado y que el diccionario admite, con el objetivo de suavizar su carga peyorativa. Es el caso de los reformatorios, esos lugares donde cumplen condena menores delincuentes. Hace tiempo que dejaron de llamarse así. Ya son, simplemente, centro de menores (oficialmente centros de cumplimiento de medidas judiciales), una nomenclatura con la que se quería evitar la marginación de quienes los habitan. Tanto ha sido así, que ahora se confunden los centros de menores en los que están los niños que la Administración tutela porque en sus familias hay problemas, con aquellos en los que, a la fuerza, viven niños porque no se han portado bien. Ahora la propia Junta se ha encargado de recordarnos que no hay que poner el grito en el cielo porque en el Marcelo Nessi haya agresiones a los trabajadores, pues hay que tener en cuenta que los niños a los que cuidan son pequeños delincuentes, que si están allí es porque algo habrán hecho y que la vigilancia es la adecuada. Es como decir que algo habrán hecho estos trabajadores para estar trabajando en este lugar.