Las voces suenan en el López de Ayala. La voz no solo es sonido, el del aire vibrando en la garganta. La voz es mucho más, es instrumento para la expresión, para la manifestación de sentimientos y opiniones, herramienta para difundir un mensaje. Las voces que suenan en el López son pensamientos expelidos con fuerza desde los pulmones, pensamientos, que al trepidar en las cuerdas vocales, se transmutan en sonidos dónde viajan las palabras.

Cargado está ya el Teatro del sentir del pueblo que canta, rebosante de sátira al compás de la música carnavalera, henchido, hasta que en la noche del viernes abra sus puertas y todo se derrame e inunde la ciudad que los aguarda, a ellos, a los que llevan en sus voces el sentir común ante los casos y cosas que la vida nos está deparando.

Las voces que suenan aún en el López de Ayala, y que dentro de muy poco se desbordarán por las calles y las plazas, tienen como soporte editorial el aire, porque eso son sus letras, artículos de opinión hechos cantares plagados de gracia murguera. Falsetes, octavillas, agudos o tenores. Voces del carnaval punteadas con guitarras, silbatos, platillos, bombos y cajas, y las gentes los buscaremos para oír los mensajes, para compartir sus ideas, para reírnos de nuestras propias desgracias, que reír es mejor que llorar y riendo se espantan, por unas horas, los pesares.

Tenemos por obligación dejar que nuestra voz se oiga, en cualquier circunstancia, lugar y soporte. ¡Qué mejor que hacerlo en el tiempo que se nos abre para el sarcasmo! Aprovechemos para escuchar lo que nos cantan las murgas, los editorialistas y opinadores del pueblo llano. Son como nosotros, y con nosotros comparten problemas, miedos y hartazgos.

Cómo no estar hartos de las tijeras, de tanta bajada de prestaciones e ingresos mientras suben los pagos. Cómo no estar hartos de tanta mangancia en las altas esferas. Cómo no hartarse de tanta fortuna hecha a nuestra costa.

¡Cómo no estar hasta las narices de tantos urdangarines, pujoles y bárcenas!