Viajar en avión es una experiencia única, sobre todo porque nunca se parece a la anterior ni, con total seguridad, a la siguiente. Una odisea. Y cuanto más corto es el trayecto, peor. Sobre todo, porque las expectativas de llegar más rápido se ven cada vez más frustradas a medida que van pasando los minutos de retrasos.

Es el caso del trayecto de Badajoz a Madrid, o vuelta. Porque una cosa es lo que te dice la voz amable del comandante cuando te recibe y junto con la información meteorológica y el deseo de que tengas un feliz vuelo, te ofrece el "tiempo estimado" para llegar a tú destino; y otra bien distinta es el tiempo real del viaje. Por cierto, serán las normas. Pero queda raro que el comandante repita toda la información inmediatamente después en un perfecto e ininteligible inglés, cuando el avión va hasta las trancas de extremeños. En fin, nos sirve para practicar el listen del universal idioma.

Pero los pilotos saben curarse en salud. "Estimados pasajeros les informamos que el tiempo estimado de vuelo a Madrid es de 50 minutos desde el momento del despegue". Ahí está la clave. Pero y hasta que despega. ¿Cuánto tiempo pasa? Y desde que tienes que estar en el aeropuerto para facturar, sacar tarjeta de embarque, ponerte los patucos, medio desnudarte o pasar el "por control rutinario" y que averigüen toda tú vida. ¿Cuánto tiempo pasa?

Y todo ello sin contar con el overbooking en las pistas de despegue o aterrizaje, cosa que evidentemente no ocurrirá nunca en Badajoz, pero que te puede pasar en Barajas o el Prat. O que tengas la mala suerte de que no te cuadren los incomprensibles horarios de los escasos vuelos entre Badajoz y Madrid y tengas que esperar para volver hasta el día siguiente por la tarde.

No es de extrañar que un pasajero, con fuerte acento extremeño, le espetara a la azafata "es la última vez que cojo este vuelo". A lo cual ella, monísima y educadísima, le respondiera: "pues usted sabrá, pero es el único que tiene".