Dentro de media hora, Diana Navarro (Málaga, 1978) tiene clase de interpretación. Media tarde del miércoles la dedica a responder preguntas de periodistas, una entrevista detrás de otra para cumplir con la promoción de la gira de conciertos de Flamenco , y la otra media a afinar sus capacidades como actriz en una escuela madrileña, a la que acude desde el 2010.

De momento, dice, es una cantante que actúa. Pero con ese master interpretativo de un año se prepara por si surge alguna serie, alguna película, quién sabe, alguna biografía en imágenes de una de esas cantantes que admira, como la Niña de la Puebla o Concha Piquer.

Ella admira pero también recibe elogios de admiración. Es una de las voces nuevas de la copla que han renovado uno de los legados más personales de la cultura española. Pero en estos momentos, con esa gira por teatros del país, está cumpliendo una necesidad artística largamente incubada. La música que la compone formará parte de su nuevo disco.

En Flamenco (teatro López de Ayala de Badajoz, hoy sábado a las 21.00) se transforma en una ortodoxa cantaora, acompañada por la guitarra del extremeño Juan Antonio Suárez Cano y el cantaor Antonio Campos.

FANDANGOS El concierto (con las entradas ya agotadas) se presenta como un homenaje al cante clásico de intérpretes que tuvieron la misma tesitura de voz que Diana Navarro, una voz laína (aguda), "una voz blanca", explica ella, como las de Pepe Pinto o Vallejo. En cantes como las cantiñas, los fandangos o las bulerías prolonga una tradición de la que ella misma se considera parte. En el programa tiene un pequeño hueco para uno de los grandes del flamenco, muerto el pasado diciembre, Enrique Morente, del que interpreta la modalidad flamenca de caña.

A Morente llegó a conocerlo. Lo evoca brevemente con una anécdota sobre un viaje en avión en el que ambos coincidieron. El cantaor había dormido roncando y al despertar se disculpó por la gente que tal vez lo había estado escuchando. "Yo le dije que habría roncado a compás, así que no importaba". "Morente era un visionario. La última vez que lo vi fue en un concierto en la sala La Riviera de Madrid, donde cantó Omega . Acudí sola y fue maravilloso".

¿Entonces este era el momento de abordar un trabajo como Flamenco ? "Sí, lo necesitaba. Un día Antonio Campos se trajo la guitarra al camerino después de una actuación y empezamos a cantar por fandangos. Y sentí la sensación de que quería cantar esas músicas". ¿Y no espera la mirada circunspecta de los flamencos tradicionalis-