Seguro que a más de uno le ha sorprendido que los vendedores ambulantes hayan conseguido ponerse de acuerdo, rápidamente y sin fisuras, para salir a la calle a protestar en defensa de sus intereses; porque más de uno también creía que no eran un colectivo unido que fuese capaz de moverse con una sola voz. Pues lo han hecho y han demostrado que cuando creen que tienen razón son capaces de negociar para conseguir la solución que más se acerque a ella. No sé si al final el ayuntamiento aceptará el diseño del mercadillo de los martes que los vendedores quieren. Ellos aducen, con razón, que son los que más saben del funcionamiento de esta actividad, porque son los que viven de ella. Pero el ayuntamiento también tiene que velar por otros intereses y uno muy importante es la seguridad, no solo de los vendedores, sino de los potenciales clientes. Como en cualquier cambio que se pretende acometer, en el que hay dos posturas alejadas, la solución pasa por negociar y llegar a un punto en el que las dos partes ganen aunque también pierdan. Los vendedores pedían poder dialogar y, de momento, el martes consiguieron que les escuchasen, el alcalde y otros muchos.