Nació en 1902, el mismo año que el escritor John Steinbeck, el filósofo Karl Poppery y el piloto Charles Lindbergh, el primero que atravesó el Atlántico sin escalas de Nueva York a París. La diferencia es que Segunda Plaza sigue cumpliendo años tras una larga vida anónima en Malpartida de Plasencia, con las alegrías y los sinsabores de los tiempos que le tocaron.

Ayer celebró su 104 cumpleaños en la residencia de mayores La Consolación, en Cáceres, ciudad donde reside la única hija que sigue con vida de los cuatro descendientes que tuvo Segunda, y a la que ha sido trasladada porque ya no puede valerse por sí misma. Hasta cinco generaciones de familiares acudieron a la fiesta (nietos, bisnietos, tataranietos...), y por supuesto los compañeros del geriátrico. Hubo flores, tarta, una poesía de sus amigas... "Esto no tenía que ser para mí, porque ya he perdido a casi todos mis hijos, y lo he sufrido. Por eso es un día de alegría y también pena", repetía la anciana cuando se le preguntaba por la celebración.

Sin embargo, sus ojos brillantes y sus gestos vivos, con una actividad impropia de su edad, pasaban de inmediato a bucear en los recuerdos: "He sembrado, he blanqueado, he lavado banastas de ropa con mucho frío en las manos, he hecho de todo y debía hacerlo bien porque me volvían a llamar. Yo no sé lo que he podido trabajar y mire lo buena que estoy", comenta alegre, con su saya limpia, su pelo canoso y sus piernas morenas que nunca, en 104 años, han llevado medias. "¿Para qué?", se pregunta.

Segunda hace gimnasia y otros ejercicios, apenas se apoya en un bastón y los viernes se entretiene viendo el bingo. En los 105 años no piensa: "¿Pero a dónde voy yo...? con 104 ha estado bien, y hasta he perdido la cuenta de los descendientes", confiesa sonriente.