"Penetrar en el mundo de la minería, es hacerlo en el mundo de las ilusiones de miles de personas que creían encontrar en esa actividad una manera de liberarse de la dependencia laboral que el medio rural ejercía sobre los más humildes en pleno siglo XIX...", señalan en la introducción los autores de La vida minera en Aldea Moret , Juan Carlos Martín Borreguero, Francisco García Moya y Fernando Jiménez Berrocal, que ayer presentaron eL libro en Santa Lucía. Juntos han concebido y trabajado 219 páginas "que no sería posible sin los vecinos", dicen.

De hecho han sido los vecinos quienes han aportado buena parte de la documentación que recoge el libro: imágenes del poblado cuando funcionaba la explotación, de las tradiciones, de los sistemas de extracción y manipulación del fosfato... "y también documentos que guardaron cuando la oficina de la Unión Española de Explosivos quedó abandonada", explica Francisco García. Precisamente fue él, ingeniero industrial jubilado, quien comenzó a recopilar documentos e historias que le contaba Jesús Flores, minero retirado al que conoció en paseos.

Jesús Flores es uno de los testimonios de vecinos y mineros del último bloque del libro. Están también Eufrasio Mariscal, que cobraba 4 pesetas al día por su trabajo como peón en la explotación minera en los años 40; Cesáreo Marcos Palacio, ´Sari´, que comenzó a trabajar con apenas 14 años, cobrando 2,5 pesetas como pinche de albañil; o Pepi Chanclón, hija de Francisco Chanclón, dueño del único comercio de comestibles de Aldea Moret durante muchos años. "Queríamos que el libro fuera un homenaje a los hombres que trabajaron en la mina y a todos los que trabajaron en als demás actividades que surgieron en torno a ella", destaca Fernando Jiménez Berrocal.

El libro se estructura en tres partes. La primera hace un recorrido por la historia de la minería en general, la segunda parte se ocupa de Aldea Moret y la última es la que recopila la historia oral del barrio. En ella ocupan un lugar especial dos personas que trabajaron por mejorar la situación de los mineros: José Polo, párroco de San Eugenio en los años 50 y Juan Granados Chanclón, el practicante. Don José Polo, como le recuerdan aún los vecinos fue el creador del Orfanato Parroquial en el que se atendía a los huérfanos por la minería, de la Cantina Preescolar, que garantizaba un litro de leche al día a los niños menores de 6 años, consiguió que el Ministerio de Trabajo enviara un aparato de Rayos X desde Madrid y trabajó por mejoras laborales en las minas que no gustaron a la empresa, lo que motivó su traslado a otra parroquia.

"Los que más silicosis --una enfermedad que obstruía las vías respiratorias-- presentaban eran los barreneros. Las neumonías eran frecuentes por la alta humedad de las minas... No se disponía de buen material", recuerda, Juan Granados.

Que nada de eso se olvide es el propósito de este libro. "Que Cáceres sepa que allí está el origen del Cáceres Moderno", apostilla Juan Carlos Martín.