María Luisa Rosa Jiménez , natural de Torreorgaz, y Angel Martín Martín , de Casares de Hurdes, se conocieron en San Sebastián donde habían emigrado hace la friolera de 53 años, en los tiempos en que a Extremadura no le quedaba más salida que el destierro. Ya casados, María Luisa y Angel montaron un restaurante en Lasarte al que pusieron por nombre Maros. Padres de dos hijos: Miguel Angel y Jorge , la familia comenzó a sentir la nostalgia por la tierra, el clima político se enrarecía por momentos en Euskadi y en 1983 desembarcaron definitivamente en Cáceres.

A la ciudad habían venido poco antes Juan y Leonor , que eran unos tíos de María Luisa que habían abierto el Oasis, local situado en la Ronda del Carmen, donde durante tantos años estuvo el Parador del Carmen, el que había sido el nudo de comunicación más importante de la capital porque hasta él arribaban todos los coches de línea que llegaban a la ciudad.

El Parador era parada y fonda de Cáceres. Parada porque allí había bestias de carga y muchos autobuses; fonda porque en él se hospedaban viajeros de ida y vuelta en una ciudad que precisamente empezaba y acababa en ese parador, situado a los pies de la Cruz de los Caídos, donde hoy se levantan el Edificio El Carmen y una sucursal de la Caja de Ahorros de Extremadura.

Era el Parador del Carmen un gran centro logístico, donde podían guardarse los animales en las cuadras, que estaban en Ronda del Carmen, precisamente en el lugar en el que luego Juan y Leonor abrieron el bar Oasis. A las puertas de esas cuadras siempre se agolpaban los niños, que entraban en ellas en busca de los cientos de pájaros que campaban a sus anchas en los establos.

Negocios

En el Parador se daban cita muchos negocios, como el taller de Joaquín , que también niquelaba, o la churrería de los Ruiz , que tenía un quiosco de chapa verde y que llevaban Juana y su marido. Y luego estaban los maleteros, que tenían carro y vara y que aguardaban la llegada de los viajeros para cargarles el equipaje y acompañarlos a los hoteles de la época como el Toledo o el Alvarez. Los maleteros más célebres fueron Andrés Gibello (que era uno de los hombres de confianza de Mirat ), Zacarías , Coronel , Eustaquio , Gabriel y tantos y tantos otros. Un día la vida del Parador acabó, su actividad empezó a decaer. Los de la Banca Sánchez quisieron comprarlo, pero finalmente Pinilla se hizo con el solar.

Cuando Juan y Leonor llegaron a la ciudad encontraron un local, aún en bruto, de ese edificio y abrieron su Oasis en aquel Cáceres del Bar Aviación, de la carbonería de Macario , de las cocheras de Carrión o del Bar El Globo, que luego fue Siro Gay y después Modas José Luis.

Fueron Juan y Leonor los primeros de la familia en llegar. Muy pronto lo hicieron también Emilio y Benito , hermanos de María Luisa, que abrieron el Roji, en la calle General Ezponda, famoso por sus mejillones rellenos. Era entonces General Ezponda otra de las grandes áreas comerciales de la ciudad, donde se repartían Almacenes Mendoza --una tienda enorme, con sus suelos y mostradores de madera--, la droguería de Macedo , la farmacia de Arjona , la barbería de Tato , la dulcería con sus bambas de crema, El Pato, El Cisne Negro, la librería Sanguino , la sastrería de Santos , El Rastro (que era una tienda de los Villegas ), La Cueva, o el Hotel Castilla, que fue el segundo establecimiento hotelero de Cáceres que obtuvo licencia oficial después del Extremadura.

Pasado el tiempo, Emilio montó el Liverpool en Doctor Fléming, y poco después el Tubos, reconocido entre los cacereños por un 2 caballos que tenía colgado en una pared. Fue en 1983 cuando María Luisa y Angel llegan a Cáceres. Lo hacen junto a María , hermana de María Luisa, y Lucas , su marido. A su primer negocio lo llamaron Maros, como el bar que tenían en Lasarte. Era una cafetería que abrieron en la avenida de Alemania, con la estética típica de los 80. Trajeron un decorador de San Sebastián, Juan Ignacio , que decoró montones de bares de la ciudad, el Aloha entre ellos.

Pero Angel y María Luisa querían abrir su propio negocio y encontraron un local en la calle Gil Cordero, que entonces era el lugar donde Cáceres acababa. Allí estaba la estación de autobuses, en lo que hoy es el Edificio Europa, bendecida el 20 de julio de 1963 por el obispo Llopis Ivorra. Basada en un proyecto del arquitecto Angel Pérez , tenía 14 andenes y bar.

En lo que hoy es el Hotel Extremadura, por ejemplo, no había más que eucaliptos y un fielato, nombre popular que recibían las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías para la gente que venía a vender desde los pueblos y que antes de entrar en la ciudad con sus productos debían certificar su calidad.

La avenida Virgen de Guadalupe no era más que un terraplén donde jugaban los muchachos a las resbaladeras con los guardabarros de los Saurer e Hispano Suizos que se reparaban en los talleres de Mirat . La familia Mirat tenía el taller y la gasolinera, negocio éste que primero fue del señor Chispa , que también regentaba un taller mecánico en la avenida de Portugal.

Al lado de la gasolinera de Mirat hubo un chalet muy bonito del señor Guillén , que fumaba en pipa y trabajaba en una gestoría de las Casas Baratas. Otro chalet de Gil Cordero fue el de don Pablo Collado , padre de Pablo Collado , el oculista ya fallecido. A finales de los 60, la familia derribó ese chalet, situado muy cerca de la Cruz de los Caídos, para levantar allí un bloque de pisos; uno de los bajos lo puso en alquiler. Fue entonces cuando Carlos Martínez , hijo de un constructor al que llamaban El Niño Mérida , que conducía una DKW, arrendó el local y abrió el Bar Lido, nombre inspirado en el conocido cabaret parisino. A Carlos no le fue bien con aquel negocio, que luego alquiló Nandi , jugador del Cacereño que llevaba el depósito de la Cerveza El Gavilán, y que luego fue de Eloy Vaquero .

Las cuatro estaciones

Fue en esa misma calle del Lido en la que Angel y María Luisa encontraron un local, situado en un edificio construido por Pinilla. Como dentro, en el frontal, había que poner una vidriera, pidieron a Juan Ignacio varios bocetos, y se quedaron con el más original: el que representaba Las Cuatro Estaciones de Vivaldi . Con el compositor que inspiraba aquella vidriera se bautizó al bar. "Es precioso, pero lo que no nos gusta es que tenga nombre vasco", decían por entonces en Cáceres.

Compartía Vivaldi hueco con Contiñas y Delice, que era de Angel Carrasco , y no tardó en hacerse un hueco en el mundo hostelero de la ciudad. Angel estaba de camarero, ayudado por Goyo , el del Cañadul, y María Luisa, en la cocina. Miguel y Jorge, los hijos de la pareja, pronto se sumaron a un negocio por el que se desvivieron cuando sus padres se separaron. Hoy, Miguel y Jorge junto a su madre regentan un establecimiento que en octubre cumplirá su 30 aniversario.

Por Vivaldi ha pasado todo Cáceres: Benedicto Arias , Diego Crehuet , Juan Bazaga --apoyo incondicional para los Vivaldi--, Miguel Sánchez Belda , Javi Villar y su hermano César , el extinto equipo de fútbol de El Periódico Extremadura, Pepe Paniagua , Raúl Lucero , Yuli , Raquel , Juanjo Bustamante , Piti , Pica , Antonio Jaén --que era el de los 40 Principales--, Tina , Montse , Sonia , María , Luis Clemente , Javier Remedios y tantos otros.

Cáceres ya no puede entenderse sin Vivaldi, aquel local que abrió en Gil Cordero, la calle donde se acababa la ciudad, la calle del surtidor de Mirat, de la estación de autobuses, de los coquetos chalés, a los pies de la Cruz de los Caídos, la calle que vio crecer a Miguel y a Jorge, los hermanos que hoy celebran su 30 aniversario tras la barra.