La violencia de género crece con la misma rapidez que el virus. «La pandemia evidencia que todos los problemas estructurales nos están haciendo más daño», explica María José Pulido, concejala de Asuntos Sociales. Solo con el foco puesto en el coronavirus, sus terribles consecuencias también acentúan otros dramas: este de los malos tratos, el de la pobreza, la discriminación. o la xenofobia.

La covid está generando, por ejemplo, un fortalecimiento de las fronteras, de manera que personas que hasta ahora no justificaban el rechazo que se ejercía hacia los inmigrantes cuando querían llegar a Europa o Estados Unidos, ahora la desarrollan porque no solamente los ven como gentes invasoras que roban el pan o el trabajo, sino como potenciales transmisores de la enfermedad.

Lo mismo ocurre con el maltrato. Mujeres al albur de sus maridos, con problemas para encontrar trabajo, con hijos; en situación vulnerable, con horarios limitados por las restricciones que las obligan a compartir techo durante más tiempo junto a la pareja. Es entonces cuando la temible severidad se recrudece.

Y ahí están los datos: 196 mujeres con órdenes de protección que están siendo atendidas por el Área de Igualdad del ayuntamiento a través de información, orientación y asesoramiento. 108 expedientes de ayudas de reinserción abiertos, 12 con teleasistencia y 80 con atención psicológica que solo pueden ser ayudadas por dos psicólogos. Suman casi 400. «Estamos tocando techo», admite María José Pulido, que habla de la necesidad de replantearse la dotación de más recursos.

Ahora hay que impulsar acciones que tengan que ver con la divulgación contra la violencia de género, algo que detenga este caldo de cultivo absolutamente inadmisible. Cada mes se celebra un día naranja, en el que los concejales salen a las escalinatas del ayuntamiento para recordar a las mujeres asesinadas, a sus hijos y a sus hijas. Es un minuto de silencio que ayer volvió a gritar por tanto odio innecesario derramado.