La acusada de acabar con la vida de su pareja a martillazos en Madrigalejo intentó borrar las pruebas del crimen. Así lo creen los agentes del laboratorio de criminalística de la comandancia de la Guardia Civil de Cáceres que realizaron una inspección ocular del escenario en el que se sucedieron los hechos. Ayer explicaron en la segunda sesión del juicio que, entre otras cosas, había dado la vuelta al colchón y a la almohada para tapar las manchas de sangre provocadas por los golpes que había asestado a su pareja. Además había partes que estaban decoloradas, signo de haber intentado limpiarlos. De hecho las botellas de lejía estaban prácticamente vacías. En la lavadora había, además, ropa lavándose y sobre ella dos cubos llenos también de ropa. Después, según afirmaron los agentes, reconoció que era parte de las vestimentas que ella y el fallecido llevaban puestas el día del asesinato. Quería borrar la sangre.

Los agentes resaltaron asimismo que la acusada no colaboró en la investigación. De hecho, según recuerdan, mintió en su primera declaración sobre la forma en la que acabó con su vida: Les contó que le había asestado varias puñaladas y les mostró incluso el lugar en el que había depositado los cuchillos. «Nos lo dijo con total calma y aplomo, nos sorprendió la frialdad», señalaron. El arma del crimen, un martillo, fue encontrada en el pasillo, detrás de un mueble, como si hubiera querido también ocultarlo.

Según las investigaciones de criminalística acabó con la vida de su pareja mientras dormía, sin posibilidad de que pudiera defenderse. Y advirtieron que en el escenario del crimen no se observaron signos de que hubieran mantenido una pelea anterior a los hechos, como ella ha declarado (su versión se basa en que la víctima la maltrataba y ese día quiso abusar de ella por lo que «se volvió loca» y le dio con un martillo que tenía en la mesilla). «Para nosotros la acusada aprovechó que el fallecido estaba dormido, le asestó golpes en la cabeza para arrastrarlo después a la cochiquera», aseguraron. Mientras exponían su informe los peritos mostraron a la sala fotografías del cadáver de la víctima, un hombre de 69 años feriante y al que en el pueblo apodaban ‘Pepe el sonrisas’.

Las imágenes pudieron verlas los miembros del tribunal del jurado, la magistrada, la fiscal, el abogado de la defensa y la propia acusada. Ella no retiró la mirada en ningún momento, no cambió su rostro, como si no le afectara lo que veía. En ellas se observaba el cuerpo totalmente calcinado. Así fue como se lo encontraron los agentes, después de que la investigada intentara deshacerse de él prendiéndole fuego (antes había comprado un cerdo para que se comiera el cuerpo pero no lo logró).

19 GOLPES EN LA CABEZA / Por su parte los forenses que realizaron la autopsia al fallecido creen, según su investigación, que primero le dio varios golpes en la parte occipital de la cabeza que le dejaron aturdido (aquí presentaba ocho heridas). Después la víctima se cayó de la cama al suelo y la acusada le remató asestándole más martillazos en la zona frontal de la cabeza, donde tenía once heridas. Una de estas fue la que le causó la muerte porque llegó a partirle el cráneo. Señalaron, no obstante, que no se puede acreditar que la víctima estuviera dormida en el momento del crimen. El cadáver también presentaba heridas compatibles con las mordeduras de un cerdo (la Policía Judicial examinó las conversaciones telefónicas y horas después del crimen pidió a todos sus contactos ayuda para comprar este animal). En la exposición de los peritos también se mostraron imágenes del fallecido que vio la acusada. Las observó tranquila.

Estos mismos forenses realizaron asimismo un reconocimiento a la investigada. Destacaron que tiene una personalidad «anómala» pero que no se han encontrado «antecedentes de enfermedad mental, psicosis, demencia, retraso mental ni abstinencia de sustancias tóxicas». Por lo tanto, no cuenta con «ninguna afectación significativa de sus capacidades».

En cambio el abogado defensor mostró un informe de su médico de atención primaria en el que se detalla que la mujer padece un «trastorno ansioso depresivo» y otro elaborado en el centro penitenciario, donde se especifica que padece un «trastorno antisocial y de dificultad de control de impulsos». Toma antidepresivos.

Al término del juicio la acusada pidió perdón. Ahora el tribunal del jurado debe reunirse para deliverar y decidir si la consideran culpable o inocente.