Cáceres dio ayer su último adiós a Mari Carmen Delgado y es inevitable que un escalofrío recorra el alma. Hija de Ignacia Cáceres y Antonio Delgado, que era un jefe de estación procedente de Badajoz al que trasladaron a la ciudad, Mari Carmen nació en una familia de cinco hermanos, ella y su mellizo Antonio, Maruja, Basilio y Fernando. Entonces los jefes, subjefes e inspectores de Renfe vivían en un piso que estaba en la vieja estación de Los Fratres, justo encima de donde se vendían los billetes y estaban las taquillas. Era una casa antigua, con vistas a Moctezuma, con su pasillito muy largo, su sala de estar y una cocina con placa de carbón.

Mari Carmen estudió en el Paideuterion femenino de La Conce, donde daban clase don Isidro Martín, don Antonio Luengo, don Emilio Macías (el de Dibujo), la señorita Juanita, que era la educadora... Cuando tocaba gimnasia, todas las niñas, con sus pololos, se iban al Padu masculino de la calle Sierpes porque tenía patio.

Mari Carmen jugaba con Amelia, que vivía en las minas, con Pili Lucas y con las mellizas Mari Pepi y Soledad García Román. Al terminar 4º y Reválida empezó un curso de secretariado en la academia que la señorita Lourdes tenía enfrente del Gran Teatro. Pero Mari Carmen había echado una solicitud para entrar en Telefónica y un día, a mitad de curso, la llamaron. Aprobó las oposiciones y obtuvo el certificado de Servicio Social, que se lo exigían a todas las mujeres, tras superar las prácticas en una guardería de la carretera de Malpartida.

Poco tiempo después Mari Carmen entró a trabajar en Telefónica, en aquel edificio de escaleras de mármol de Gran Vía, con su hall pequeñito, su sala de armarios donde se vestían las operadoras, su salita de descanso y su Sala de Cuadros, ese mágico lugar lleno de clavijas y lucecitas rojas donde cada día se hacía posible el milagro de Graham Bell.

En la Sala de Cuadros existían dos enlaces fundamentales, también con lucecitas rojas, que eran del gobernador civil y del gobernador militar. Allí había más de 40 operadoras, todas con su pinganillo y su micro controlando las llamadas entrantes y las salientes. La lucecita roja se encendía y la operadora contestaba: «Cáceres, dígame». Y al otro lado una voz respondía: «Señorita, póngame con Alcántara» .

Entretanto había que atender a los locutorios, que al principio estaban al lado de la Sala de Cuadros. Más de uno colgaba su garrote sobre el auricular pensando que era un perchero porque no había visto un teléfono en su vida. Años más tarde se instaló el Locutorio San Juan, que estaba en el mismo edificio de Gran Vía pero ya en la calle. Ese locutorio se ponía hasta arriba de soldados, que acudían para hablar con sus familias o sus novias, muchas veces en conferencias a cobro revertido.

Entre las compañeras de Mari Carmen: Guadalupe Montejo, hermana de Nani, que trabajó en el Hotel Extremadura, y las vigilantas o supervisoras: Adri Vega, Gabi Arias, Mari Carmen Trejo o Maribel León, que era hermana de Mercedes e hija de Fernando León, el sastre.

Mari Carmen, amiga de Pili Preciado y Mari Jose Mendo, paseaba por Cánovas y, como cualquier jovencita, acudía a los guateques y a los bailes de La Rosa. En 1969 se casó con Mariano Acedo Talavera, que trabajaba en Alonso Radio, que estaba en Sánchez Garrido, donde luego estuvo la tienda Escorpión. Lo celebraron en el hotel Álvarez de la calle Moret.

Telefónica se trasladó posteriormente a Reyes Huertas. Llegaron las cabinas, los ordenadores, los móviles, los inalámbricos y hasta wifi e internet. Pero en Gran Vía sigue echándose de menos aquel «Cáceres, dígame» que salía de una Sala de Cuadros llena de clavijas y lucecitas rojas donde gentiles señoritas hacían posible cada día el milagro de Graham Bell. Una de ellas fue Mari Carmen, reconocida por su paso por la Peña Flamenca de Cáceres y la Casa de Andalucía, cuya misa en su recuerdo se celebrará el próximo jueves, 29 de octubre, a las ocho de la tarde en la iglesia de Fátima. Mari Carmen, una mujer bondadosa, amiga de sus amigos que ayer, en mitad de la lluvia de este otoño incierto, se despidió.