Aseguraba que no conoció otro poder que la dedicación y la constancia, pese a haber sido el hombre más ‘poderoso’ de la ciudad, aunque él siempre huyó de ese calificativo y prefería definirse como «el que más había trabajado por Cáceres». Con la muerte ayer de Valentín Pinilla Fernández se cierra una de las épocas más florecientes de la construcción en la ciudad y que él, indudablemente, escribió con un papel protagonista. Pinilla, fallecido con 85 años (su misa funeral se celebra hoy en la iglesia de San Mateo a las 11 de la mañana; la capilla ardiente quedó instalada en la finca Viñas de la Mata), nació en Madrid y a los 20 ya lideraba la empresa de su padre.

A Cáceres vino solo. Enterró a su padre por la mañana y por la noche llegó en tren a una capital de provincia en la que se quedaría para siempre. Lo hizo para continuar la obra del Palacio de Justicia que había iniciado su progenitor. Así comenzó Pinilla una carrera imparable que lo convertiría definitivamente en el padre del urbanismo cacereño. «Conté con personas muy valiosas para lograrlo. Ahora paseo por Cáceres y casi no conozco una calle que no tenga un edificio de Pinilla», confesaba en diciembre de 2015 en la última entrevista que el empresario concedió a El Periódico Extremadura.

El conocido constructor cacereño era el responsable de Pinilla Corporación Empresarial, firma que selló cientos de obras. El barrio de Nuevo Cáceres se debe prácticamente a él, igual que el Centro de Cirugía de Mínima Invasión (referente internacional de la investigación) y del que se sentía especialmente orgulloso.

Otras obras fueron la Casa Sindical, así como el edificio de viviendas de la Casa de la Chicuela, un proyecto que llevó a cabo junto al técnico Fernando Hernández Mancha, el Extremadura Hotel (primero en Virgen de Guadalupe y luego en la avenida Ruta de la Plata), además de impulsar una explotación agropecuaria y de poner en marcha una residencia geriátrica (Geryvida) en el número 8 de la calle Estambul.

Pero, sin duda, su emblema fue el barrio que creó, el de Pinilla. «Eso fue lo mejor de todo, un proyecto importantísimo en tiempos difíciles», rememoraba el empresario. Fueron 600 viviendas en renta limitada donde la gente pudo vivir con 355 pesetas al mes como alquiler y que pasados 20 años podían adquirir en propiedad. «Parece ser que los intentos de poner nombre a este barrio no han cuajado y todo el mundo le sigue llamando Pinilla», decía siempre con orgullo.

Pinilla dio trabajo a mucha gente en Cáceres. Hasta 1973 fue socio de su hermano Tomás (también fallecido) y normalmente solo en la construcción pagaba entre 300 y 400 nóminas al mes.

Dicen que no se puede hacer dinero si uno no tiene sensibilidad... «Por eso no tengo dinero, porque tengo mucha sensibilidad», respondía el empresario. ¿Y qué es tener sensibilidad? A juicio de Valentín Pinilla era, fundamentalmente, «hacer el bien social, que todos los trabajadores tengan sus casas, que estén dados de alta en la Seguridad Social. El empresario que no se preocupa por el bienestar de sus trabajadores no es un empresario. Empresario era mi padre. ¿Por qué a mi padre le encargaron el 50% de los accesos a Madrid y por qué le encargaron la ordenación de la plaza de Oriente o la autopista Madrid-Barajas? Es que la gente piensa que yo he venido aquí desnudo, y no señor, yo he venido aquí con mi capital y el de mi padre, y me quedé aquí por ‘culpa’ de una cacereña», María del Carmen Crespo Márquez, con quien tuvo seis hijos: María del Carmen, Marisa, Valentín, Beatriz, Patricio y César.

Cuando a Valentín Pinilla se le decía que era un hombre influyente, argumentaba: «He influido para trabajar, cuando lo políticos te hacían caso y se preocupaban de su trabajo sin cobrar. Ahora no». Y contaba esta anécdota: «Desde que tenía 25 años mi costumbre era la de ir a ver a los políticos en su despacho a las nueve y cinco de la mañana, para no molestarles. Les esperaba para plantearles cualquier problema que pudiera surgir en nuestras empresas. Hasta que un día un alcalde me recibió muy amablemente. ‘Pasa, pasa Valentín’, pero cuando termina ese minuto de entrevista... me sale a acompañar y me dice: ‘Mira Valentín cuando tengas que verme otra vez, pide hora y motivo para verme’. Desde entonces no me gusta ir al ayuntamiento, porque las formalidades han hecho que se pierda esa agilidad y cercanía con los ciudadanos y empresarios. Por eso me gustaría que la administración facilitara de manera mucho más rápida y eficiente las gestiones a los emprendedores». Pinilla aseguraba, no obstante, que guardaba un buen recuerdo de todos los alcaldes, pero citaba a Alfonso Díaz de Bustamante, «que hizo grandes cosas por Cáceres. Me dio mucha pena porque el día que llegaron los Reyes a Cáceres, cuatro descontentos aprovecharon la ocasión para silbarle, entonces le vi entrar al despacho con lágrimas», relataba.

¿Y qué han hecho las fuerzas políticas tradicionales por Extremadura? Pinilla respondía: «Lo importante no es lo que hayan hecho sino lo que falta por hacer en Extremadura para que esta región no se quede atrás. Tener un tren de calidad, un aeródromo para Cáceres. A excepción de uno, todos los presidentes autonómicos me han recibido para comentar sobre preocupaciones y problemas, que son el día a día del empresario. Quizás sea por deferencia a mi edad, aún cuando hayamos tenido puntos de vista diferentes». Obstinado y constante, desde luego que como Valentín Pinilla no habrá dos.