La ciudad de Cáceres ha dicho adiós a otro de los grandes. Los buenos se van; y en este caso no es una frase hecha porque Elpidio Bernáldez era bueno en toda la extensión de la palabra. Bueno: así, escrito con todas sus letras, pronunciado con toda la decencia. Es difícil que cuando alguien se va todo el mundo diga: «Qué buena persona era». En el caso del rey de la alta costura cacereña hay unanimidad.

La historia vital de Elpidio comienza cuando Heliodoro Bernáldez Rubio se casó en Piedras Albas con Mercedes Solano Claver, localidad cacereña de la que ambos eran oriundos. Un buen día decidieron emigrar a la capital, a la que llegaron ya con tres hijos: Petri, Pedro y Mariano. Se instalaron en el número 26 de la calle Parras, donde nacerían los otros cuatro hijos que conformarían su vasta prole: Elpidio, Heliodoro, Juan José y Leocadio (conocido por todos como Leo).

Elpidio fue al Colegio de la Montaña y supo desde muy pequeño que su pasión irrefrenable por la aguja y el dedal le llevaría a convertirse con el tiempo en el rey de los modistos de Cáceres. Fue así, dando rienda suelta a su verdadera vocación, como con tan solo 14 años, dejó el colegio y entró como aprendiz en la sastrería de Juan José Vinagre, que estaba en la calle San Antón, justo al lado de la que llevaba Orozco, que era otro sastre conocido en la ciudad.

Al cabo de tres o cuatro años, también un sastre con bastante predicamento en Cáceres, Víctor Guillén, contactó con Elpidio y lo contrató en su taller como oficial de Primera. El de Guillén estaba situado en los altos del restaurante El Figón.

La boda

Elpidio conoció a Eugenia Barrantes cuando ella trabajaba en una sastrería que llevaba un señor llamado Manolo. Empezaron a hablar y un feliz 24 de julio de 1960 contrajeron matrimonio en la iglesia de San Juan Bautista.

Antes de casarse, Elpidio tenía ganas de cambiar el rumbo de su oficio, él ya se había iniciado con su hermana, a la que le gustaba mucho la costura, de manera que decidió dar el salto de la confección de hombre a la de mujer y así fue como a finales de la década de los 50 iniciaría en solitario una trayectoria que le catapultaría a la fama. No tardó Elpidio en formarse en la Academia Madrid de la calle Montera ni en especializarse como modisto en la Academia Camps de las Ramblas de Barcelona, que era de las más prestigiosas de la época. Muy poco tiempo después, Bernáldez ya cosía a las señoras de la burguesía cacereña, que suspiraban por sus diseños.

Comenzó su trabajo en solitario en aquellas dos habitaciones de la casa de sus padres que tenían dos balcones con vistas a la calle Parras. En 1965 comenzó a ayudarle su hermano Leo, y abrieron en San Pedro de Alcántara ‘Elpidio y Leo’, una de las boutiques más prestigiosas de toda la ciudad, en aquella calle donde había una tienda de decoración de Eusebio González (donde luego se establecería Galeri Art, que llevaba Narbón), estaba el chalet de los Acha y la casa de los Mendieta.

Elpidio y Mercedes tuvieron cuatro hijos: Mercedes , que falleció con 36 años, casada con Antonio Flores y padres de dos hijos: Cristina y Jorge ; Elpidio, que se casó con Sonia y tuvieron dos hijos: Sonia y Nicolás; María Eugenia, casada con Félix Montero y padres de dos hijos: Raquel y Daniel, y José Manuel, que contrajo matrimonio con Marta y fueron padres de Pablo y Jimena.

Elpidio Bernáldez, caballero de la Real Asociación de Santa María de Guadalupe, cofundador de la Asociación Musical Cacereña de la que fue presidente durante 30 años, donó 4.000 páginas de periódicos y revistas al Museo Pedrilla, coleccionados a lo largo de 50 años y relacionados todos ellos con destacados personajes extremeños.

Él, sin duda, supo hacer un arte de la aguja y el dedal y llevó el nombre de la alta costura cacereña a lo más alto. Ayer nos dejó y hoy, a las 11.00, será su funeral en la capilla del tanatorio San Pedro de Alcántara. Su recuerdo quedará grabado para siempre en la historia contemporánea de Cáceres.