Tres guardaespaldas vigilaban de cerca el brillante BMW negro del que se bajaba puntual el director general de la Guardia Civil, Carlos Gómez Arruche. Llevaban auriculares y micrófonos ocultos bajo las mangas de sus trajes, todos impecables, como en las películas de la CIA pero sin público. Una patrulla controlaba el acceso de coches a la Montaña, incluso la Coral Santa María de la Montaña tuvo que subir reunida en un autobús por seguridad.

La Guardia Civil vistió ayer sus mejores galas para realizar una ofrenda a la patrona de Cáceres, como gesto de agradecimiento por la acogida a los actos centrales de su festividad del Pilar. "Es un magnífico entorno donde expresar el reconocimiento del cuerpo a los extremeños y a esta ciudad, donde siempre nos sentido queridos", declaró Gómez Arruche. Fue recibido por una flamante escuadra de la Escuela de Gran Gala de la Guardia Civil, bajo los acordes de la Unidad de Música (por la tarde llenó el Gran Teatro con su actuación) y de la banda los Polillas del colegio de guardias.

Hacía de anfitrión el mayordomo de la cofradía, Jesús M Larrazábal, y el obispo Ciriaco Benavente. Junto a ellos aguardaba la delegada del Gobierno en Extremadura, Carmen Pereira, el subdelegado, Fernando Solís, y el edil de Seguridad, Santos Parra, además de altos mandos policiales y militares.

Los momentos más emotivos se vivieron en el interior del santuario. Gómez Arruche entregó a la Virgen un broche de ónix con el antiguo emblema de la Benemérita, en oro y brillantes. La imagen, con el Manto de las Ancoras, de raso verde bordado en plata, donado en 1912 por Petra Trejo de Arce, lució la joya durante todo el acto. El director general recordó la labor del cuerpo desde hace 260 años "en la protección de la sociedad", y pidió la ayuda mariana "para la paz y la seguridad de todos, y para mantenernos íntegros en el deber".

El obispo agradeció la entrega de la Guardia Civil "pese al riesgo de sus vidas, como lo demuestran las listas de víctimas". "Cáceres valora este trabajo --agregó--, y quiere corresponder con un redoblado esfuerzo". Además, subrayó que "los errores dentro del cuerpo no dejan de ser sino excepciones que confirman la regla".

El acto concluyó con una exposición de fotografías y valiosos mantos, entre ellos el donado por Isabel II, y con el descubrimiento de una placa.