THte leído hace unos días una noticia sorprendente: "Un hombre agrede en Cáceres a un niño de seis años y alega legítima defensa". Me toca muy de cerca porque he sufrido recientemente una situación similar, también en Cáceres. Mi hijo de 12 años fue golpeado en septiembre por un hombre de 43 que decidió resolver así un enfrentamiento verbal entre su hijo y el mío. El individuo salió en busca del niño, le agarró del pecho y, entre gritos, insultos y amenazas, le abofeteó en la cara y en el cuello. Todo esto en presencia de su propio hijo. El resultado consta en el parte de agresiones, pues tuve que llevar al niño al hospital, adonde llegó con la cara señalada, una laceración en el labio y dolor en el cuello. Después vendría la impotencia, el miedo y las noches de pesadillas de mi hijo.

En ninguna de las dos noticias los agresores han reconocido su culpabilidad, aunque en ambos casos la Justicia ha sentenciado que los adultos eran culpables. Me pregunto qué valores transmiten a sus hijos esos padres que utilizan la violencia para resolver los problemas y qué les están enseñando para su futuro. Lamentablemente para ellos, estos niños aprenderán, y es lógico, que las cosas se resuelven mediante la fuerza y que se puede abusar de alguien más débil y que no importa.

Quiero manifestar mi total rechazo a cualquier tipo de violencia, especialmente a los más vulnerables. Como madre y como docente no me canso de defenderlo. Lo importante para nosotros es que mi hijo haya sentido que se ha hecho justicia después de todo y espero que haya aprendido que, al final, la verdad triunfa por sí misma.

* La autora de este artículo es Sonia Coello, vecina de Cáceres.