La incorporación de aislamiento a fachadas, cubiertas, suelos, techos y divisiones, lleva aparejado ahorro en la factura energética del 57% en edificios de más de 20 años, mejora del confort, disminución de las emisiones de CO2 eq, eliminación de condensaciones, mejora de aislamiento acústico e incremento de valor a los inmuebles.

Al rehabilitar térmicamente un cerramiento se deben tener en cuenta multitud de factores para conseguir una solución adecuada. El aislamiento que pongamos es importante pero otros aspectos como el color de la fachada provoca que la parte exterior de un muro esté 50ºC más que la temperatura ambiente si éste es oscuro, 12 ºC más si es claro o 0ºC si la fachada está sombreada o ventilada, considerando que no hay viento. Esta simple cuestión hace que la resistencia al paso del calor que agrega el aislamiento parta de 50ºC más o menos dependiendo del color.

Este aislamiento puede ser de poliestireno expandido, poliuretano proyectado, poliestireno extruido, lanas minerales, etc. y su idoneidad corresponderá a cada situación concreta y el sistema adoptado. Con carácter general, los sistemas pueden ser por el exterior, por el interior o reutilizando la cámara existente, con sistemas adheridos directamente a muros y forjados o con estructura independiente. A priori, la mejor solución es actuar desde el exterior ya que no requiere actuación previa, no afecta a la habitabilidad durante la ejecución, mejora la estética del edificio y actúa sobre los puentes térmicos responsables del 20% de pérdida de energía.

En definitiva, la solución debe ser aportada por un técnico cualificado que asesore sobre su eficacia y alternativas, estime costos y ahorro. El coste medio suele ser de cinco años el ahorro que produce, pudiéndose ahorrar hasta ocho veces la cantidad invertida.