Cáceres sigue teniendo muchos sitios por descubrir. Es una ciudad en la que te topas con sorpresas con cierta asiduidad. No es tan aburridamente previsible, como aseguran algunos. Hay enclaves nuevos que es lógico que todavía se conozcan poco. Pero existen otros con tradición y años que, paradójicamente, sufren el desconocimiento del ciudadano, que a su vez se pierde sus excelencias. Las razones de que ocurra este fenómeno se me escapan, pero haberlas haylas.

Un ejemplo: el Albergue Municipal de Cáceres. Lo ubico: está en la frontera entre San Blas y Pinilla, en la antigua Facultad de Filosofía y Letras. Allí, además del albergue en sí, hay un bar en el que es posible tomarse un café con leche con pincho de tortilla de patatas por 1.50 euros, donde se celebra cualquier evento por un módico precio e incluso se puede encargar una de sus especialidades, el arroz con bogavante (11.90 euros ración), cocidos o buches o berzas. Claro que sí.

No está nada mal el plan que se plantee sobre todo la condición de 'multiusos': por allí se celebran también cumpleños de niños con cierta asiduidad, con pistas polideportivas y zona de columpios que ofrecen muchas posibilidades, también para disfrute de los más pequeños y de los padres. Hay tranquilidad, caravanas y buen rollo en este lugar con encanto sin alharacas de Cáceres. Prueben, prueben, pero yo he estado un par de veces y el resultado ha sido espléndido.